CARLINA TOLEDO PATTERSON | El Nuevo Siglo
Viernes, 9 de Marzo de 2012

Se les fue la mano

A Bárbara Johnson se le murió la mamá la semana pasada. Ella y su familia, católicos practicantes, organizaron la misa en su parroquia como es costumbre, buscando además un solaz espiritual en un momento doloroso. Queriendo comulgar, Bárbara se ubicó en la fila y al llegar frente al padre Marcel Guarnizo, él tapó con la mano la Eucaristía, la miró a los ojos y le dijo “no puedo darle la comunión porque usted vive con una mujer y en los ojos de la Iglesia eso es un pecado”. Como es apenas obvio, se desató un escándalo significativo. La Arquidiócesis de Maryland ofreció disculpas a través de su portavoz, quien lamentó que aquello que ha debido ser una celebración por la vida de una madre, se haya visto empañado por la “falta de sensibilidad pastoral”.
Mientras esto sucedía en otras latitudes, aquí en Colombia Roberto García Márquez, comandante de la Armada, respondía al aire en Todelar una pregunta de Edgar Artunduaga acerca de lo que pensaría si a su institución se presentara una persona abiertamente homosexual. La respuesta del militar fue que la conducta de la Armada reñía con esa “situación”, que eso “chocaba con el sentido común, la ética y la moral” y añadió que él buscaría sacarlo por las vías legales.
En los dos casos descritos los jerarcas (eclesiástico y militar) dieron rienda suelta a sus sentimientos homofóbicos y los ventilaron públicamente. Todos albergamos el derecho a tener nuestras propias creencias, a seguir ciertas ideologías y a abanderar los temas que percibamos como más relevantes para el bienestar particular y el general. De eso se trata la libertad, y la vida. No obstante sí hay un principio que en ese ejercicio no podemos olvidar y es que ese derecho termina en el momento en que estemos agrediendo la integridad física, moral o humana de otro ser que en esencia es igual que nosotros. Eso simple y llanamente es una extralimitación inadmisible de funciones y de atribuciones. Es sevicia sicológica en contra de personas, quienes como todos, tienen un corazón y por ende son susceptibles de ser heridos.
El hecho de mirar a otra persona a los ojos y sancionarla abiertamente por sus preferencias sexuales, o dar unas declaraciones públicas rechazando las mismas y atribuyéndoles calificativos, es muestra de una gran insensibilidad en dos instituciones que ante todo deben respetar la integridad del ser humano, porque hasta donde a mi me enseñaron, a ninguno de las dos se les ha dado el derecho de ser aniquiladores de espíritus.
@CarlinaToledoP