CARLOS ALBERTO ESTEFAN UPEGUI | El Nuevo Siglo
Viernes, 21 de Diciembre de 2012

Corrupción

 

En  épocas anteriores, el respeto por lo ajeno era regla general. Hoy es la excepción. Tan lamentable es que la gran mayoría de los  contratistas, considera "normal" compartir un porcentaje del valor del contrato con quien se los adjudica.

De los ordenadores del gasto ni  hablar; asimismo, de los congresistas e incluso, de quienes administran justicia que es lo más desesperanzador.

La prensa tampoco se queda atrás. Mientras algunos la ejercen con afán protagónico y con una exagerada dosis de vanidad y supuesta sapiencia, haciendo de la noticia un espectáculo sin importarles la reputación y la buena imagen de los demás, otros  guardan silencio a cambio de la pauta publicitaria o de alicientes económicos personales.

Es el enriquecimiento fácil el objetivo primordial, lejos de la ética y de las buenas costumbres.

Y como una de tantas formas utilizadas por los corruptos es inculpar a los honestos, hacen que la atención se desvíe hacia estos, hasta llevarlos a quedar en manos de quienes también en representación de los corruptos han penetrado la justicia o los organismos de control para encubrirse mutuamente.

Así las cosas, la inseguridad jurídica y la impunidad son tal, que el pánico de los honestos termina por apoderarse de las juntas directivas y de las administraciones, mientras los deshonestos, sin ningún  temor, hacen de las suyas.

Las reuniones se prolongan extremando medidas de precaución en cabeza de los honestos, mientras los otros cometen el ilícito sin que nadie los detecte, ni los órganos competentes hayan podido impedirlo. Descubierta la fechoría, viene la cacería de brujas hasta encontrar un chivo expiatorio que purgue injustamente por todos, mientras los delincuentes siguen tranquilos. Todo se hace a la perfección para que paguen justos por pecadores.

En ese orden de ideas, la corrupción se ha vuelto una industria para obtener ventajas ilegítimas del bien ajeno, pasando por el uso y el abuso de información privilegiada, de las influencias, de las intrigas, de los sobornos, etc.

Lamentablemente es esta una realidad mundial donde nuestro país ocupa un siniestro lugar; tanto así, que Transparencia por Colombia  habló hace pocos días de la baja calificación en el Índice de Percepción de Corrupción (IPC) 2012, con un puntaje de 36 sobre 100, para ubicarse en el puesto 94 entre 176 países evaluados. De esta forma, la corrupción ha llegado a ese punto como consecuencia de la regresión moral y  de la constante degradación de la escala de valores.