CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Marzo de 2012

La trampa ideológica al feminismo

Cuando,  siguiendo una tradición que data de comienzos del siglo XX, celebramos el Día Internacional de la Mujer, conviene plantear unas reflexiones alrededor de la “tercera ola” feminista y la trampa ideológica que le tendió al auténtico feminismo. Y esto porque el centro de gravedad de la pugna ideológica de nuestros días tiende a alejarse de la economía (¿cómo combatir la inequidad y la pobreza?, revolución socio-económica) para asentarse en lo cultural (revolución sexual, familiar y moral).

Para empezar hay que decir que el verdadero feminismo ha sido utilizado como coartada ideológica por el denominado como el “liberacionismo pansexualista”, lo que en no es más sino una trampa tendida al verdadero feminismo. Para comprobarlo conviene darle una mirada general a la evolución que ha tenido el feminismo desde su irrupción en Occidente.

El feminismo clásico o auténtico (el de Olympe de Gouges o Mary Wollstonecraft, el de las sufragettes), no fue ni anti-familiar ni pro-aborto como el actual de “tercera ola”. Antes de los 60 del siglo pasado el movimiento feminista se enfocó en la equiparación jurídico-política de las mujeres con los varones, es decir, en reivindicaciones justas, razonables y necesarias. Fue en realidad un movimiento del liberalismo clásico, pues lo que en el fondo logró fue extender el valor político de igualdad frente a la ley al sexo femenino: derecho al voto, eliminación de los recortes a la capacidad jurídica de la mujer casada, derecho de las mujeres a cursar estudios y ejercer una actividad profesional, etc.

Luego vino un primer deterioro de ese feminismo auténtico con la “segunda ola” que, considerando insuficientes las conquistas jurídico-políticas antes mencionadas, adoptó una posición contraria a la familia. Para esto su premisa base consistió en sostener que la “opresión de la mujer” se originaba en su rol de ama de casa y madre. Es decir, tomó casos particulares de mujeres frustradas en sus matrimonios disfuncionales como lo general, incurriendo así en el mismo error de quienes confunden los jueces con la justicia.

Y desde los 90 hemos venido observando un deterioro aún mayor de aquel feminismo auténtico con la “tercera ola” feminista. La misma que bajo la influencia del postestructuralismo francés parió la “ideología de género”. Aquella que le ha querido aportar a nuestra cultura la sustitución del concepto de sexo (determinación biológica) por el de género (construcción cultural). Es de este “criterio” cultural de donde se han derivado visiones distorsionantes de la esencia de lo humano hasta llegar hoy a sectores sociales que consideran la masculinidad y la feminidad como “construcciones” y “elecciones” no algo intrínsecamente natural de donde nace una identidad específica. Por esto no es de extrañar la tendencia a normalizar la homosexualidad y el pansexualismo: hace poco a la sigla LGBT se le agregó la I de “intersexo”, o sea, “todo vale”. De seguir en esa ruta el pronóstico se torna reservado, pues aspectos tales como la descomposición familiar tienen allí buena parte de sus raíces.