CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 31 de Octubre de 2011

Más que inacción la corrupción

 

AL  escuchar la exclusiva entrevista realizada la semana pasada por la “W Radio” a Jorge Salcedo Cabrera -quien se convirtió en hombre clave para la seguridad de los “capo-hermanos” Rodríguez Orejuela e informante también clave para entregar a Miguel a la DEA- se suscitaron algunas reflexiones que quiero compartir. Dos conclusiones extraídas de dicha entrevista actuaron como detonante. Por una parte el “link” entre los capos de Cali y Carlos Castaño (Salcedo hizo ver que “el hombre del overol” era el jefe paramilitar), corroboró la sospecha que tuve desde 1995 cuando trabajé en Urabá como 2º Comandante de la Brigada 17, en el sentido de que esa “alianza” tenía muchos más lazos y telarañas de lo que se sospechaba, desde la época de los “Pepes”.
También llamó mi atención la respuesta que dio a la pregunta que le formuló Julio Sánchez indagando por el porqué de una persona hija de un prestigioso general, bien educado, inteligente, en fin, de privilegiada posición social, había decidido “irse con los malos”. Los argumentos que expuso Salcedo como auto-justificación a su decisión se resumen en algo así como “por la desesperación de un ciudadano preocupado por la suerte de su país ante la inacción de los gobiernos frente a graves problemas como el terrorismo de Pablo Escobar”.
Y surge un primer interrogante ¿es cierto decir que hubo inacción ante problemas como el mencionado y otros como la desvertebración del cartel de Cali? La respuesta, después de todo lo que ha pasado, es por supuesto que no es verdad que haya habido inacción. Pero al mismo tiempo es verdad que las diferentes decisiones y acciones para desvertebrar las mafias de Medellín y Cali no hubieran sido posibles sin la intervención directa e indirecta de distintos funcionarios del gobierno de los EE.UU. Y esto es lamentable para nuestra Colombia puesto que el problema de fondo para que así fuera estuvo en los altos niveles de corrupción en los distintos estamentos de nuestra sociedad. Y viene otro interrogante: aunque un tanto trasmutado ¿sigue el mismo problema gravitando para que, por ejemplo, la Ley de Justicia y Paz y las investigaciones en el área de la salud, hayan “avanzado a paso de tortuga”? Y si es así ¿habrán surgido más desesperados pero esta vez para engrosar las filas de las guerrillas?
Paradójicamente al final Salcedo habló de algo en lo que coincidimos. Se trata de la imperiosa necesidad de internacionalizar de manera más efectiva la lucha contra las mafias. Habría que proponer un código internacional que tipifique delitos propios de las mafias y sus cómplices (políticos, jueces, militares, policías etc.) luego de lo cual los países que lo acogieran enviarían a la ONU policías y fiscales escogidos por su rectitud y experticia para conformar una Policía transnacional antimafia con competencia para operar en cualquiera de los países que acogieran la propuesta. Esa policía iría entregando a los capturados de “cuello blanco” a un tribunal internacional especializado para el efecto.