CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ* | El Nuevo Siglo
Lunes, 25 de Marzo de 2013

Discerniendo señales de los tiempos

 

“Nos conviene dejar de mirar tanto al viejo mundo”

La elección de Francisco - primer Papa latinoamericano en veinte siglos- disparó múltiples interpretaciones que al lado de otros análisis podrían agruparse bajo la hipótesis de que en los tiempos actuales esta región está dando pasos definidos buscando reencontrarse a sí misma y se está dando cuenta de que aquella catalogación que le diera Juan Pablo II como el “continente de la esperanza”, paulatinamente se convierte en realidad.

En la misma dirección, y a modo de ejemplo, Juan Gabriel Tokatlián escribió un artículo en El Tiempo titulado ¿Europa y Latinoamérica se desacoplan? que concluyó diciendo: “una mirada de más largo plazo muestra que hay elementos más estructurales y profundos que van generando un silente alejamiento mutuo”. 

Ahora bien, si efectivamente estamos mirando más hacia nosotros mismos que a Europa no podemos pecar de “adanismo” dándole  la espalda a quienes nos descubrieron, conquistaron y colonizaron aportando lo suyo a nuestras culturas. Sería insensato no ver, por ejemplo, que un número considerable de los historiadores contemporáneos han ido dejando al desnudo el “mito del despojo” por parte de España. Por ejemplo, se ha evidenciado que la legislación a favor del respeto a la dignidad humana de los indígenas latinoamericanos facilitó darles un trato, si no completamente digno, al menos bastante más digno que el que recibieron los indígenas de Norteamérica. En fin, disponemos de una rica herencia ancestral. Supimos ser síntesis de hombre y naturaleza, acción y conservación, sufrimiento y esperanza, conquista y mestizaje.

Pero a partir de lo que conocemos como la “modernidad”, la influencia europea no ha sido solo para mejorar, también para retroceder en lo propiamente humano. Es desde este ángulo, desde la perspectiva humanista, que conviene dejar de mirar tanto a Europa para mirarnos más a nosotros mismos, pues “el viejo mundo” ya dio lo que podía.

Y para hacerlo con adecuada profundidad podemos empezar por encontrar respuestas a interrogantes como:       

¿Por qué Europa tuvo el siglo XX  que tuvo? ¿Por qué un siglo que comenzó con predicciones esperanzadoras sobre una humanidad que caminaba hacia su madurez y había alcanzado altas cotas de civilización produjo en Europa- en solo cuatro décadas- dos guerras mundiales, tres sistemas totalitarios, una Guerra Fría amenazando una catástrofe universal, montañas de cadáveres, un Auschwitz y un Gulag?

¿Por qué Europa está incurriendo en un suicidio demográfico mediante una despoblación sistemática que el historiador británico Niall Ferguson denomina la mayor “reducción sostenida de la población europea desde la Peste Negra del siglo XIV”?

¿Por qué ningún país de Europa Occidental alcanza la tasa de equilibrio demográfico?

¿Por qué - según estudios serios- en los próximos veinte años el número de jubilados en Europa aumentará un 55%, mientras que la población activa descenderá un 8%?  Con desproporciones como ésta ¿será muy difícil de entender la quiebra del modelo de Estado de Bienestar en Europa?

¿Por qué los países que “Occidente” había destinado al fracaso por sobrepoblación, como China, India y Brasil, son ahora las locomotoras económicas del mundo?

*Profesor-investigador de la Universidad de la Sabana