CARLOS MARTINEZ SIMAHAN | El Nuevo Siglo
Sábado, 13 de Diciembre de 2014

PÁGINAS

Discursos que inspiraron la historia

El historiador Jacob F. Field publicó recientemente una investigación con el título de esta columna. Inicialmente decepciona pues, cuando se aspira a leer los textos completos de esas palabras memorables, apenas encontramos los párrafos que, a juicio del autor, influyeron en momentos estelares de la historia. Sin embargo, su lectura se convierte en una aventura apasionante por regiones, países e instantes en los cuales el don de la palabra fue utilizado por líderes osados y avizores para salvar pueblos, dirigir naciones y lograr victorias.

Empieza el listado con la oración de Pericles en honor a los caídos en la guerra del Peloponeso (431 a.C.):… “el valor del espíritu no ha de expresarse en palabras… porque la tumba de los grandes hombres es la tierra entera”… Cien años después, Alejandro Magno (336 a.C.) no pudo convencer a su ejército de atravesar el Ganges y asegurar la conquista de toda el Asia: “A quienes permanezcan conmigo los convertiré en la envidia de aquellos que regresen… ¿Qué hubiéramos conseguido viviendo con comodidad en Macedonia?”…

Demos un salto hasta 1187 cuando Saladino reconquistó Jerusalén. Sus palabras son poco conocidas: ...”Ahora Alá ha reservado el mérito de su recuperación a una casa, la casa de los hijos de Ayub, para que todos los corazones se unan en el aprecio de sus miembros…”. Los cruzados, a pesar de sus victorias posteriores, no lograron que Saladino entregara la Ciudad Santa. 

Entre las citas a líderes de América encontramos las palabras de Patrick Henry el paladín de Virginia. El Motín del Té (1773) fue el comienzo de la revuelta norteamericana. En la iglesia de Saint John, Richmond, dos años más tarde, Henry afirmó: “No existe retractación sino es en la sumisión y en la esclavitud. Nuestras cadenas se han quebrado… Ignoro cuál es la decisión que otros vayan a tomar, pero, en lo que a mí respecta, ¡dadme la libertad o dadme la muerte!”.

De Simón Bolívar se reproducen apartes del discurso de Angostura en 1819: “Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democrática, su estructura debe ser de la mayor solidez, y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema permanente; contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica, y no con un establecimiento social, donde tengan la felicidad, la paz y la justicia”.

Sin espacio para más, corresponde anotar la ausencia de textos fundamentales en el libro de Field: El discurso de posesión de Kennedy (1961), las palabras de Juan Pablo II en Polonia (1979), pero, por sobre todo, no se menciona el Sermón de la Montaña, base de la teología, la construcción intelectual más alta de Occidente y mensaje que por más de dos mil años ha resonado en los oídos de toda la humanidad.

Ahora, Stephen Hawking, el gran físico inglés, anuncia que la inteligencia artificial superará la inteligencia humana. Afortunadamente, los post-humanos no tendrán el don de la palabra. ¿O sí?