CARLOS MARTÍNEZ SIMAHAN | El Nuevo Siglo
Sábado, 5 de Mayo de 2012

El horizonte del poder

Se prendieron todas las alarmas de la política con la decisión presidencial de entregarle a Germán Vargas la construcción de 100.000 viviendas gratis para los más pobres de Colombia. Se ha entendido que el presidente Santos decidió nombrar sucesor, aunque los cabalistas no concuerdan si es para bien o para mal. Se le dio largada a la carrera presidencial del 2014 y en el escenario van apareciendo los actores principales: el expresidente Uribe lanza candidatos a montón, olvidándose de su incapacidad de endoso, como ocurrió con Lozano y Peñalosa en Bogotá. El notorio respaldo que le brindan los colombianos no es traspasable a figuras de reparto. Esa es su fuerza y esa es su debilidad. Por eso se le aconseja encabezar lista al Senado, donde seguramente triunfaría. Allí, sus afiebrados enemigos lo esperarán blandiendo la toga como espada.

Por su parte, el Liberalismo sonríe y adula, como aconseja Maquiavelo. Sabe que le tocará recoger los frutos del choque Santos-Uribe. Mientras, Cambio Radical se dispone a recibir la antorcha de un legado que no les pertenece. En la carrera de relevos, Vargas Lleras ha superado a sus rivales. Al mismo tiempo, el Conservatismo no encuentra la brújula que lo oriente hacia el porvenir. Se le ve anclado en la burocracia, que no en el poder. Sin embargo, se han convocado sus figuras más representativas para analizar los cambios en lo político y lo económico, que legitimen su presencia en la vida presente y futura de Colombia. Los conservadores intuyen que no es la hora de maquillajes. Se necesita el aliento renovador para impulsar hacia la equidad la sociedad plutocrática que le ha dado a Colombia el campeonato de la desigualdad, la informalidad y la pobreza. Atacar a fondo esos flagelos es el mejor programa que pueda concebirse.

¿Y el Partido de la U? Se debate en el desconcierto de las lealtades enfrentadas. O, mejor, entre el corazón y las viandas palaciegas. Sus líderes concitan las mayorías nacionales, pero la división se acrecienta cada día. Les toca echar agua a las cuerdas tensadas. Es una tarea que también le corresponde a toda la centro-derecha colombiana. No estamos solos en la arena. La ola verde y la elección de Petro, son hechos aleccionadores.

La situación es singular: se propicia la dispersión de las fuerzas que han logrado el poder en las tres últimas elecciones. Como Uribe “trina” demasiado, Santos envía al combate el arma más eficaz, y más temida, de los ejércitos gubernamentales, un “catafracto”, al estilo de los persas. Nada es para solazarse. La división podría convertir a Uribe en el responsable de una derrota histórica. Y el presidente Santos pasaría a depender de quienes fueron sus enconados contradictores. Ninguno de los dos puede dormir tranquilo. Debiera primar la lealtad con el futuro de Colombia.