“Honro la vida y la protejo”
Hace cuatro años Sergio Urrego, un muchacho de colegio, saltó al vacío. Su vida ya se había estrellado contra la discriminación por su orientación sexual, en un ambiente escolar cargado de ignorancia, prejuicio y matoneo, lleno de homofobia. Al igual que Sergio, muchas personas se quitan la vida; gran parte de esos suicidios se debe al bullying por ser diferentes a la supuesta “normalidad” impuesta por el hetero-patriarcado. Alba Reyes, la madre de Sergio, eligió no irse al abismo con su hijo sino transformar -con un esfuerzo admirable- ese hecho doloroso en una misión existencial, a través de la cual ha potenciado su proyecto de vida así como el de muchas personas que han sido víctimas de discriminación.
En agosto pasado fue el lanzamiento de la Fundación Sergio Urrego, en el marco de la campaña #CelebroSerYo, numeral que puede seguirse en las redes sociales. Aunque en teoría la campaña ya cerró, la celebración de la vida continúa pues todos los seres humanos somos dignos de respeto e inclusión, sin importar si nuestra estatura es más alta o baja que el promedio, si nuestra talla es más grande o pequeña; si elegimos identificarnos como andróginos o metrosexuales, si tenemos alopecia universal o mucho vello; si crecimos con labio leporino o llenos de lunares, si tenemos vitíligo en nuestra piel; sin que pesen nuestro color o nuestras opciones políticas o religiosas, o la cantidad de plata que tengamos en el bolsillo, o nuestros muchos o pocos estudios. Somos, a secas.
Yo celebro mi vida por todos mis aprendizajes. Por el daño que he recibido y el que he hecho y que son trampolines para mi transformación; por mis errores y aciertos; por la capacidad de darme cuenta; por mi viaje interior que me permite acompañar a otros en su propio viaje hacia adentro. Celebro mi vida pues es una oportunidad maravillosa para seguir evolucionando, individual y colectivamente. Celebro cada instante de miedo o de gozo en la penumbra, por conocer la lluvia y el viento, el aroma de la flor. Celebro mi vida por los abrazos dados y compartidos, por las risas estruendosas y las sonrisas cómplices. Por las lágrimas vertidas, por las voces de aliento, por la ignorancia y la sabiduría.
Tenemos, en verdad, muchísimos motivos para celebrar la vida, más allá de lo que juzgamos como bueno o malo, de lo que nos gusta o no. Cada vida es valiosa en sí misma, cada experiencia encierra una posibilidad maravillosa de aprender, experimentar, trascender. Al celebrar las diferencias honramos la vida, que se manifiesta en múltiples formas que nada tienen que ver con los uniformes, las etiquetas, las exclusiones o la competencia. Le invito a que celebre ser usted, a que exhorte a los suyos a celebrar quienes son, a que se hermanen en la celebración de la vida, con todos sus matices y contrastes.
Celebremos valorándonos, abrazándonos. Sin discriminaciones de ningún tipo, sin culpabilidades ni victimizaciones, como lo podemos aprender hoy de Alba, bajo la inspiración de Sergio.