Alegra mucho ver que las salas de cine con buena afluencia de público. Y alegra porque nos recuerda que la tecnología no puede, ni podrá, remplazar las experiencias. La pandemia, es cierto, nos empujó a la virtualidad, pero más temprano que tarde la vida volverá a ser presencial.
No hay conferencia, encuentro, foro o discurso en el sector de las telecomunicaciones (y créame son muchas) en la que no se asocie a plataformas como Netflix con la famosa transformación digital. Es más, si nos pagarán 1 dólar por cada vez que escuchamos la frase: “Netflix es un ejemplo de transformación digital” en conferencias, seguramente, ya podríamos tener una cuenta off shore.
Sin embargo, son pocos, muy pocos los oradores, que van más allá y hablan sobre las acciones que se deben tomar para competir contra las plataformas que ya dejaron de ser disruptivas para convertirse en masivas y dominantes del mercado. Por ahora, el Power Point se queda en “o los tradicionales se adaptan o desaparecen”, y ahí entran los aplausos del público. El tema es ¿cómo competir? ¿cómo obtener ganancias con los disruptivos manejando a su antojo las preferencias de los consumidores?
Pues bien, vamos con otra frase de conferencia: no se han inventado la fórmula mágica. Pero sí han hecho algunas pruebas interesantes. Un ejemplo. En Estados Unidos, las salas de cine se han tenido que adaptar a que los usuarios prefieren consumir los contenidos en la comodidad de su casa o en su defecto en la cotidianidad de sus lugares de trabajo gracias a los teléfonos móviles, más aún por los confinamientos y restricciones. Ante esto, algunas empresas que administran las salas han implementado una estrategia más que interesante.
Distintas salas a lo largo y ancho de Estados Unidos han reducido el número de sillas en los espacios e instalaron una suerte de sillones reclinables, ergonómicos y con la posibilidad para el usuario de estirar las piernas a placer. Básicamente, los administradores decidieron dejar de apostar por lo masivo, para concentrarse en brindar experiencias superiores a un público mucho más reducido, pero con disposición y suficiente capacidad adquisitiva.
La imagen se repite en Norteamérica: las salas de cine están cada vez más vacías, cosa que por ahora no ocurre en otras economías donde el cine es un plan familiar de entretenimiento. Después de la implementación de la estrategia de los sillones, los resultados no han sido tan positivos desde lo económico, pero sí han rendido fruto en la repetición de la compra. En otras palabras: los pocos que van, están volviendo. Así que, a mediano plazo puede completar el ciclo y volver a los márgenes rentables.
La estrategia, funcione o no, puede ser un ejemplo para otras industrias. Por ejemplo, para la de los medios de comunicación. Los que hace menos de cinco años eran bonitas plataformas disruptivas que se hacían un espacio entre gigantes, como pequeños héroes de Disney, hoy ya son tiburones que manejan el mercado y manejan lo masivo (esto no lo verán en una de los cientos de conferencias TIC) por lo que sus competidores tendrán que cambiar el chip y dejar atrás la obsesión de venderle a miles, para venderle a los que son.