Como Poncio Pilatos se lavaron las manos todos aquellos que han apoyado las formas del presidente Donald Trump. Después de ver el episodio de los fanáticos vándalos que se tomaron el Congreso de ese país, azuzados por el mandatario norteamericano quien insiste en que le robaron las elecciones, aquellos que durante años han aplaudido su lenguaje se manifestaron diciendo que era inaceptable ese ataque a la democracia. ¡Son unos cínicos!
Entre quienes caben en esta descripción está el gobierno colombiano y su partido el Centro Democrático que han sido aliados y seguidores de Trump. Esos mismos, incluyendo al presidente Iván Duque, hoy dicen que lo que vio el mundo la semana pasada, es un atentado contra la democracia. ¡Y claro que lo es! Lo que pasa es que esa estocada en el corazón al sistema no se dio por generación espontánea, empezó con un discurso polarizador, desafiante y xenófobo por parte de Trump. Ese que en Colombia ciertos sectores admiran y replican.
Con total descaro no reconocen la irresponsabilidad que significa haber sido aliado de dicha estrategia. Pensaron que las palabras se quedan en el aire y se las lleva el viento. Que lo que se dice no tiene un impacto en la realidad. Ingenuos o tapados, porque las palabras tienen poder, la construcción de una narrativa genera realidades y la que construyó el modelo Trump fue la de ciudadanos desadaptados y violentos en contra de las instituciones como los que vimos en el Capitolio.
En Colombia muchos son seguidores de ese discurso, incluso el gobierno. No olvidemos el papel que jugó el uribismo en la Florida durante las elecciones presidenciales en Estados Unidos. O el apoyo irrestricto de Colombia al candidato de Trump en el Banco Interamericano de Desarrollo, yendo en contravía de la mayoría de los países latinoamericanos. O la acusación que hizo el ex presidente Juan Manuel Santos en contra de su primo el embajador en Washington, de ofrecer el apoyo de Colombia a la campaña de Trump. La sintonía del gobierno Duque con el presidente gringo es una realidad, por eso verlos condenar lo sucedido causa indignación.
Así como causa indignación todos aquellos que durante años estuvieron activa y pasivamente apoyando las formas del mandatario norteamericano ¿En dónde estaban mientras cientos de voces alertaban sobre el peligro de lo que eso significaba? El responsable de lo que se vio la semana pasada en Estados Unidos no es solo Trump. Es todo el sistema de extrema derecha que se erigió alrededor de sus ideas y sacó provecho de las mismas. Medios de comunicación, empresarios y políticos que hoy miran hacía el lado y de manera tardía piden la renuncia del presidente. Afortunadamente nunca es tarde para corregir el camino. Los hechos de la semana pasada, hicieron que el mundo se diera cuenta de que ese modelo no es la alternativa. Que instaurar discursos radicales de derecha a través de medios de comunicación propagandísticos es sumamente peligroso. Que generar polarización y división a través de las redes sociales tiene graves consecuencias. Pero sobretodo, que quienes aplaudían esas formas, como algunos de nuestros políticos, hoy sientan un poco de vergüenza de apoyar la estrategia que buscaba matar la democracia.