Y entonces nos quejamos de que este país va peor que nunca. Que hay un señor elegido presidente en Palacio que está gobernando a punta de decretos -vulnerando las instituciones-, que la economía está en riesgo, que ya no se puede salir tranquilo ni a un restaurante porque el hampa se tomó la ciudad, que mejor vámonos por avión porque las carreteras otra vez están muy peligrosas, que el mercado está carísimo, que los congresistas son unos mercanchifles, que los partidos son peores, que no hay liderazgo, que la política da asco.
¿Pero, qué es la política? ¿Acaso la política no es si no la vida de lo público, de los ciudadanos viviendo la ciudad?, ¿La vida de la polis que, según Aristóteles, supone el único ámbito posible del desarrollo del ser humano, el único marco posible de superación de desafíos que garantiza con la construcción colectiva el bienestar común?
Pues si esa es la política, queda claro que es uno de los asuntos más importantes de nuestra cotidianidad, algo que debería incumbirnos a todos.
¿Cómo no vamos a involucrarnos en decisiones de las que dependen nuestro presente, nuestro futuro, el de nuestros hijos y de este país que tanto nos ha dado y al que tanto le hemos dado? ¿Es que acaso no nos ha costado esfuerzo, trabajo, sangre y hasta vidas, llegar hasta aquí?
Nuestro futuro no debería admitir apatías o condescendencias. No debería admitir conductas pasivas de ningún tipo, no debería admitir cálculos egoístas, ni al mejor estilo de la teoría del Free Rider, esperar que sean otros los que actúen. Nuestro futuro, el de nuestros hijos, debería instarnos a activarnos, a alzar nuestras voces, a involucrarnos, a exigir, a gestar un control desde la ciudadanía y a generar una movilización, también estimulada activamente desde el empresariado y la academia, que limite el accionar de quienes hoy ostentan el poder público gracias a la democracia, pero que pretenden ejecutarlo al mejor estilo dictadorzuelo.
No me gusta la confrontación, tengo que trabajar, tengo clase, qué jartera la política, qué pereza esas marchas que no sirven para nada, tengo una reunión muy importante, justo organizamos un foro a esa hora, los empresarios no debemos meternos en eso, aporto cuando sea claro quién es el candidato, para qué pelear con el gobierno, no puedo dar el día libre a mi equipo para que marche porque qué hago con la empresa, ahora tengo otras prioridades en la compañía, no puedo estar regalando plata sin saber quién va a ganar, es que se dividen mucho, a esta no voy, tal vez a la próxima…. ¿Alguno se siente identificado?
¿Y si no hay próxima? ¡Si los excesos de un gobierno con ínfulas totalitarias empiezan a tener más y más cabida ante nuestra pasividad, inactividad y mirada complaciente?
¿No son acaso suficientes los ejemplos de nuestros vecinos, Venezuela, Argentina, Nicaragua, o tantos años de lucha mundial por la democracia, las libertades y el Estado de Derecho?
¿Es que no estamos viendo que pasito a pasito, con la aquiescencia de quienes viven de desangrar lo público, esos que logran de forma camaleónica ajustarse a los afanes del gobierno mientras ajustan sus billeteras sin que nadie los señale públicamente, el país se está desmoronando? ¿Es que no nos damos cuenta que si no salimos a decir que los estamos observando y que ellos se deben a sus electores, ocho congresistas en una comisión en el Senado van a decidir acabar impunemente con nuestra salud, pensiones y sistema laboral? ¿Es que no nos estamos dando cuenta que los avances que hemos logrado en materia de bienestar social, aquellos de los que han querido negar su existencia en la narrativa pedagógica a las nuevas generaciones para tener discurso que los anquilose en el poder, están a punto de desaparecer para convertirse en efectivo en el bolsillo de políticos que pretenden, sin ningún tipo de vergüenza, transaccionalmente comprar apoyos a punta de subsidios?
¿Es que no nos estamos dando cuenta que las Cortes hoy más que nunca requieren el apoyo de los colombianos como contrapeso a las presiones del gobierno?
No más cobardía paralizante, no más pereza cómplice, no más negaciomismo peligroso, no más vergüenza atribuida e infundada. Colombia nos necesita, las instituciones nos necesitan, nuestros hijos merecen que estemos a la altura de la valía que reclaman estos tiempos. La calle funciona. Como ayer, hay que seguir saliendo, es en la calle donde se gestan los grandes cambios. Seamos foco de convulsión pacífica que impida que nos ignoren.
Vida, libertad y propiedad privada. No nos las van a arrebatar. Hay que aportar, hay que ayudar a que liderazgos capaces de asumir estos desafíos se gesten sin afanes y sin la urgencia inmediata del periodo electoral. Hay que vincularse activamente, hay que dejar que los que trabajan en nuestros negocios marchen, hay que donar, dinero, tiempo y acciones para que las cosas puedan materializarse; hay que seguir marchando, hay que defender las libertades y hacer que más y más se sumen. Nada más que eso, nada menos que eso.