Pasamos una celebración más de nuestra independencia, que no parece dejar una rendija para esperar que las cosas cambien.
En secreto, con manifestaciones pacíficas, esporádicos desórdenes y una prensa ausente, el presidente Duque condenó la polarización agresiva y el odio, más no escuchó a la oposición, burlando así las normas de un Congreso que, al mismo tiempo, desairó los tradicionales acuerdos para escoger dignatarios.
Lo que antes era solemne se congregó en una trastienda. El Congreso por primera vez cambió de horario, aunque demostró que el covid solo servía para favorecer al gobierno con amañadas votaciones virtuales. El vistoso desfile militar se convirtió en una “marchita”.
La censura a la prensa se inauguró oficialmente: fuera los reporteros con sus cámaras de fotografía y de televisión.
Solo se permitió utilizar lo que la oficina de prensa de la presidencia consideraba publicable, con audio falseado e imágenes a discreción. Mucha gente pensó que las ovaciones al Jefe de Estado eran reales y que las palmas, aplausos y vítores eran del pleno. Solo captaban a los miembros de la coalición gubernamental. El gran triunfo de los manejadores de las comunicaciones del Presidente se tornó en el mayor engaño para el pueblo colombiano.
Seguramente habrá protestas de las agremiaciones nacionales e internacionales de periodistas, aunque sean recibidas en el seno del gobierno, con el desplante que dieron a los conceptos de la Cidh.
La intervención del Presidente, febril y ardorosamente aclamadas por el uribismo, fue un discurso más, reclamando éxitos, cuestionado la paz y pidiendo vacunas contra la polarización, los insultos y el odio; pero para las próximas elecciones, no para este gobierno. Duque quiso pintar un país color rosa, pero con vandalismo.
Así pasó el día que Aníbal Fernández de Soto definió como calmado, con manifestaciones pacíficas, aunque con leves desmanes durante la noche. Bien diferente al reporte del Mindefensa.
Muchos se preguntan: ¿qué hubiera ocurrido si Duque escucha a la oposición y se entera de lo que sucede en la otra Colombia que no conoce, y si percibe lo que los reporteros profesionales e independientes denuncian, sobre los acontecimientos?
Seguramente hubiera logrado montar un gobierno progresista y emprendedor para un país que hoy deambula y se fatiga entre la pobreza, el hambre, la pésima vacunación, la corrupción, la desesperanza, el desempleo, la perversa hegemonía y demás penurias.
Este 20 de julio -con una prensa libre- la inmensa mayoría de los colombianos habría encontrado el camino para salir de los mismos con las mismas.
LUTO: Se nos fue el amigo e inigualable reportero Germán Castro Caycedo, quien a través de sus investigaciones, crónicas y libros, dejó plasmadas las necesidades de nuestro país. Candidatos: allí quedan las bases del gran gobierno que Colombia necesita. Paz en su tumba.
NEGRO: La nueva jornada laboral no aporta nada. Solo ruinoso trabajo, desempleo y populismo.