En el comunicado episcopal, cuya presentación iniciamos en la anterior entrega, después de mencionar serios desafíos que es preciso afrontar con valentía, se habla de signos de esperanza para llegar a la paz y de manifiestas raíces de violencia que es preciso tener presentes y combatirlas con decisión en él. Se pasa, luego, a mencionar positivos aspectos que tenemos en Colombia como una fe profunda en gran parte de nuestras gentes, encontrar buen número de excelentes familias, que, no obstante tantas campañas adversas, seguimos teniendo, así como algunos avances educativos y notables esfuerzos por reducir grados de pobreza extrema.
Sienten, los prelados, el deber de señalar, para afrontar, ocho raíces de lamentable profundidad, que originan violencia, como son: alejamiento de Dios; desconocimiento de la dignidad humana; desintegración de la familia; relativismo ético por perdida de valores; vacíos en el sistema educativo; ausencia de Estado o su debilidad institucional; inequidad social y corrupción.
En ese grupo de raíces de violencia se destaca, como de especial gravedad, la primera, o sea que se quiere “construir una sociedad a espaldas de Dios”. En esto se empeñan, abiertamente, ideologías materialistas, que se intenta imponer en el País, que van llevando a que “todo se vuelva contra el mismo hombre”. De suma gravedad, también, la última, o sea la corrupción, de tan grande frecuencia y magnitud en nuestra sociedad, en distintos aspectos. Lleva ésta a suplantar sanas ideas y principios, y conduce a las más abominables violencias y a destrucción de la sociedad misma.
Dedicó, el Comunicado, amplia extensión a señalar puntos concretos para compromiso de todo el pueblo colombiano, en la construcción de una paz estable. Se evoca al Papa Francisco, quien dijo: “no puede entenderse (la paz) como mera ausencia de violencia, impuesta por unos sectores contra otros, y en donde los que gozan de beneficios acallen la voz de los necesitados”. En esta tarea señalan los Pastores acciones que deben continuarse o iniciarse como fundamento de paz, más importantes que acuerdos llevados a aprobación en mesas de negociaciones, que se pretende, con bien orquestadas y financiadas campañas, que sean aprobados, aún sin conocer su texto ni poder profundizar en ellos.
Se indican con precisión una serie de acciones dirigidas a hacer frente y buscar la desaparición de las antes denunciadas raíces de violencia y guerra. Se destacan los bien ideados procesos de Nueva Evangelización; campañas en defensa de la vida y dignidad humanas; defensa y debida orientación de las familias; promoción de modelo educativo integral y humanitario; impulso a programas sociales de inspiración cristiana; reviviscencia de principios éticos; orientación hacia sistema económico justo y solidario.
Concluye el gran comunicado con ofrecimiento decidido de tener una Iglesia que avance al servicio del país, con toma de conciencia de sus fieles de asumir el reto de la construcción de una paz, pero estable y bien fundamentada. Sobre voto a favor o en contra de acuerdos que se logren con los grupos que han estado alzados en armas, se hace invitación a participar en forma bien informada, y, a conciencia, con plena libertad, dando un Sí si su contenido convence, o un No si se estiman un mal para la Patria, y que no llevarían a verdadera paz.
Queda encomendar al Sagrado Corazón, y a María Reina de Colombia, la atención cuidadosa a unos llamados tan por alto de nuestro Episcopado, que puestos en práctica lleven a nuestra amada Colombia por caminos de verdadera paz y estable progreso. Que se sanen los corazones, se reconozcan los crímenes y se pida perdón de ellos, se erradique el mal, se cultive con honestidad cuanto lleve a los anhelados ideales de paz y armonía, con firme fundamento.
*Obispo Emérito de Garzón
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