Hace un mes, el 08-04-22, se cumplían 50 años de mi Consagración Episcopal, fecha que solo Dios sabía que llegaría y en qué circunstancias, ante la cual solo expresé como reconocimiento, “bondades y más bondades” de parte de Dios y de los santos, así como de quienes me habían rodeado en mi vivir desde mi venida al mundo hasta este año 88 que estoy viviendo. Cuanta bondad y aportes de enriquecimiento espiritual y ayudas en el crecimiento en el bien, y cuantas expresiones de excesivo reconocimiento en esa fecha. Lamentablemente hay en el mundo muchos gestos de maldad, tantas fallas en la relación entre humanos, pero, por don de lo alto, son infinitamente superiores los nobles sentimientos de bondad y estímulo de nuestros semejantes, que nos hacen sentir la presencia del mismo Dios que es amor. Eso es cuanto he experimentado en mi vida, acentuado en fechas como la que acabo de vivir.
Convertí ese día en “acción de gracias” por los años pasados dirigidas a Dios y a los humanos que me rodeaban, y se convirtió tal efeméride en torrente de bondades de quienes estuvieron cerca de mí, y de quienes desde sitios lejanos me acompañaban en la oración y a través de diversos medios de comunicación. Fue torrente de bondad percibido sobre mi limitada salud, y se tornaba en indecible gozo del espíritu.
En la morada terrena, en donde el Señor, la Virgen y S. José me han permitido en esta época adelantar mis días, acogido por mi hermana menor y familiares sentí indescriptible red de bondad de personas, familiares y amigos, lo que vino a culminar en fervorosa Celebración Eucarística, con seis Sacerdotes paisanos y el Arzobispo Primado de Colombia, Mons. Luis José Rueda, fiel evocación del Maestro divino. Fue fraternal compartir con apretado grupo familiar representante de los millares que a distancia me acompañaban. Qué maravilloso regalo.
Hacia el mediodía estaba igualmente congregado en Garzón, a donde por motivos de salud no pude hacerme presente, el Clero de la Diócesis unido en gran celebración del Banquete Eucarístico, rodeados de fieles de toda la Diócesis, presididos por el Administrador Apostólico Mons. Miguel Fernando González, quien cumplía voluntad del recientemente fallecido Obispo ejemplar de esa Comunidad diocesana, Mons. Fabio Duque, de que en ese ambiente se celebrara esa fecha bendecida ¡Qué remanso de generosidad y de vivida caridad!
Habían pasado 36 años de mi salida de Armenia (1986), en donde ejercí por 14 ½ años como Obispo Diocesano, pero en el corazón de los quindianos permanecía viva noble gratitud y generoso recuerdo. Ellos se manifestaron el mismo día 8 de abril con innumerables saludos. Hubo allá también, participación en fervorosa Celebración Eucarística, y especial comunicado del actual Obispo de la Diócesis, Mons. Carlos Arturo Quintero, con desbordados elogios de cuanto en mi administración en esa Diócesis logré realizar.
Ultima grata sorpresa fue recibir fraterna carta de felicitación y estimulo del Santo Padre Francisco, con bendición de lo alto por el bien realizado. Alabado sea el Señor y su representante en la tierra. De verdad “emocionada gratitud” es cuánto ha quedado en mi espíritu, que comparten con nobles corazones cuánto ha marcado esta fecha de imborrable recuerdo.
*Obispo Emérito de Garzón
Email: monlibardoramirez@hotmail.com