Bogotá está infartada y colapsada. Se encuentra en una sala de urgencias con dos dolencias graves: la inmovilidad y la inseguridad. Estás líneas las dedicaré al tema de la movilidad, que es un problema mucho más complejo que la construcción de un metro que desde 1942 está en veremos por culpa de la politiquería.
Gastar quince horas a la semana en los trancones es un mal-estar que la ciudad nos transfiere y que tiene efectos en la calidad y cantidad de tiempo que tenemos disponible para estar con nuestras familias, pero también en niveles de estrés en el trabajo, que es en últimas mala calidad de vida. Para eso la siguiente Administración debe comprometerse con disminuir al menos un par de horas en trancones en la semana. La ciudad requiere activar los recursos disponibles para salir del atolladero. Los ciudadanos, las autoridades distritales y la policía deben trabajar bajo el liderazgo de una Alcaldía a la que le interese que la gente viva bien. Me he preguntado en estos días si la aplicación Waze detecta los trancones, ¿por qué la policía no? Necesitamos una policía activa y con las pilas puestas. Un taxista me decía que era muy curioso que los trancones se acababan cuando uno lograba llegar al policía. Y va uno a ver y sí. La policía tiene que estar sincronizada y en actitud de ayudarle a la ciudadanía, no de perseguir empanadas. Y la ciudadanía tiene que poner de su parte. En Bogotá no sabemos manejar ni cumplir con las reglas de tránsito y para resolverlo hay dos opciones: pedagogía y sanciones.
El metro hay que hacerlo. Si queda adjudicada la obra, hay que garantizar su construcción sin dilatación ya que las etapas pre-contractual y contractual, que ya es un logro que exista, son responsabilidad de la alcaldía actual. Sin embargo, de nada servirá un metro sin una ciudadanía que respete el sistema, no se cuele, ni abuse de él.
El SITP tiene que funcionar. Habrá que tomar decisiones políticas aplazadas (por cobardía o por intereses) y terminar con el sistema “provisional” que tiene al borde de la quiebra al sistema en sí mismo. Transmilenio debe lograr eficiencia en rutas y dejar la estructura paquidérmica que impide la agilidad que se necesita para que la gente consiga buses desocupados y rutas disponibles. Hay que reestructurar el sistema de funcionamiento de los operadores que prestan el servicio y tomar por los cachos el déficit financiero que los bancos no están dispuestos a seguir cubriendo. Hacer lo correcto en términos de movilidad significa que seamos legales y que cumplamos con lo que indica la ley. De lo contrario seguiremos ocupando los primeros lugares en el ránking de las ciudades más trancadas del mundo. Porque nos merecemos vivir mejor, a pesar de nuestros miopes gobernantes y de muchos anti-ciudadanos que al no sentir la cuidad como suya, abusan de sus activos y la desangran.