Julio y agosto, son meses marcados en nuestro calendario colombiano con especial acento patrio, con gran llamado a que ese sagrado sentido de amor real a la Madre Patria sea de grande dimensión. El cuarto Mandamiento del Decálogo (Ex. 20,12), es base fundamental para aplicarlo al afecto y noble servicio a madres como la Iglesia y la Patria, siendo distintivo de un buen hijo, en quien pueden, también, confiar sus hermanos, que se pondrán por encima de egoístas y parcializados empeños.
En gran número son las expresiones bíblicas sobre los “deberes de los hijos”, para con sus padres, en especial en los libros Sapienciales, y, al oír hablar del máximo dechado para el vivir humano: Jesucristo. Él se presentó como “camino, verdad y vida” para todos los humanos (Jn. 14,67). Se resumen veinte años de su vida oculta, diciendo que bajo la autoridad amorosa de sus padres, en Nazaret, “vivió sujeto a ellos”
, “y su madre conservaba, cuidadosamente, todas las cosas en su corazón” (Lc. 2, 51). Es el Jesús que obra especial milagro para cumplir con el tributo como ciudadano (Mt. 17,24-27). Es, también, el Jesús que llora al pensar en futura suerte de su Patria, por desconocer su mensaje de paz (Lc. 19, 41).
¡Qué distinto sería el mundo, y cada una de nuestras Naciones, si se asumiera un vivir ciudadano a la luz de esas indicaciones! ¡Cuán prósperos los pueblos al empeñarse en una tal vida, y cuidarla generosamente, pero, lamentablemente son oráculos contrarios los que se asumen. De allí consecuencias caprichosas y grandes desventuras.
Entre las luces que sólo de cuando en cuando aparecen en el horizonte, y voces que, lamentablemente, son un tanto débiles, resuenan, como las dadas, recientemente, por la primera mujer, Nadia Blel, que, después de 175 años, llega a la Dirección Nacional de uno de los Partidos políticos que más ha aportado a la historia de Colombia. Escuchémosla, y acatemos su llamado cuando reclama con tanta razón, a todo el pueblo colombiano: “lucidez política”, y “mucho sentido de patria”. Con ideales así destacados, y decidido empeño de ponerlos efectivamente en práctica, ¡qué distinta sería la suerte de nuestras Naciones!
Lamentablemente en Colombia, en nuestro Continente y en tantos Países del mundo, vemos a los que se empeñan en dirigirlos con miras personalistas, con ideales cerrados en obtener beneficios personales o de dominantes partidos. ¡Qué dolor como se apegan a estilos dominantes! ¡Como desoyen todo otro criterio distinto al propio! ¡Como echan mano de arbitrariedades con raíces de soberbia y egoísmo! ¡Qué bien, que, por bondad de lo Alto, se consultaran “oráculos más altos, que los duelos”, se obrara con lucidez política, y bien cimentado “sentido patrio”!
*Obispo Emérito de Garzón