Colombianos de todas las generaciones quedamos sorprendidos el sábado en la mañana, cuando a través de una carta los ex integrantes del secretariado mayor de las Farc-Ep dieron a conocer su responsabilidad en el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado. Nadie se imaginó jamás, durante estos 25 años de impunidad, que ese había sido el origen del crimen. Por eso, la tardía revelación ya empezó a sumirnos en un espiral de polarización que hasta ahora empieza a desencadenarse.
Dicen en su carta los ex miembros de las Farc-Ep que después de muchas horas de reflexiones, individuales y colectivas, decidieron honrar su compromiso de contar la verdad. El problema es que un sector del país no les cree, empezando por la familia del líder asesinado. Ya Enrique Gómez Martínez, sobrino y abogado del caso, frente a lo dicho por las Farc, acusó a la JEP de ser una “jurisdicción amañada que no sirve para nada, de prestarse para una triquiñuela que busca quitarle competencia a la Fiscalía para que el caso termine siendo un procesito de tercera e impedir que avance la investigación contra Ernesto Samper y Horacio Serpa”
Por su parte, el expresidente Samper escribió que aunque respalda que ese reconocimiento se haga ante la JEP, espera las pruebas para poder pronunciarse en detalle. Pues “durante años han sido víctimas del silencio de las Farc y de la las injurias y calumnias de la familia de Álvaro Gómez, movidos por mezquinos intereses económicos”
Y así, en medio de ese contrapunteo de argumentos, de los cuales hemos sido testigos durante años, está ahora el proceso de paz. En medio de la polarización constante y frente a la confesión de las ex Farc, políticos y activistas defensores del cuerdo, han salido a exigir que la contraparte confiese su responsabilidad en otros crímenes. Nos siguen envolviendo en una competencia de culpabilidades cuando la coyuntura pide a gritos calma y reflexión. ¿Por qué no podrán estar a la altura del momento y tener un poco de aplaco en vez de imponer soberbios un ambiente tan pugnaz? A esa verdad también le llegará su momento, ya tendremos la oportunidad de conocer el origen de tantos crímenes que enlutaron a nuestra nación.
El país requiere de una meditación profunda frente a los revelados por los ex Farc en el caso de Álvaro Gómez. El impacto para Colombia es mayor, no solo para los directamente involucrados, también para los miles de ciudadanos que siguen viendo como los enfrentamientos verbales de sus políticos han terminado en violencia y sangre. No repitamos lo que bien narran ellos en su carta, no sigamos alimentando discursos antagónicos que solo permiten “que se nuble la mirada hacia el futuro y se vea la realidad en blanco y negro para dividirla entre amigos y enemigos”
Colombia necesita que todos sus protagonistas tengan la grandeza de recibir una confesión como esta, con responsabilidad y sin apasionamientos. No se trata de creer a ciegas su versión, algo que ya hicieron muchos, tampoco de atacarla y desecharla sin mayor análisis. Se trata de tenerla en cuenta para estudiarla, cotejarla y lograr por fin la verdad que todos esperamos.