Más allá de los chismes, anécdotas y memes, el desastroso consejo de ministros del martes es un evento inédito que merece una reflexión de carácter institucional.
El Presidente Petro tuvo a bien implementar la novedosa iniciativa de transmitir por los medios masivos de comunicación las sesiones periódicas que sostiene con su equipo de trabajo. Sostuvo que deseaba permitir que el pueblo conociera la manera como el Gobierno decide. Un proyecto con el cual busca mandar un mensaje de transparencia. Interesante: sin lugar a dudas, la transparencia es uno de los valores sobre los cuales descansan los sistemas democráticos.
Curioso, sin embargo, que el Presidente exprese un súbito interés por la transparencia y curioso también que acuda a tan particular mecanismo para lograrlo. En materia de transparencia, el actual Gobierno ha tenido un desempeño tan deplorable como el que ha mostrado en la mayoría de esferas que están bajo su responsabilidad. Por ejemplo, no sabemos qué razones de Estado aconsejaron abrir ante la FAO una embajada que había sido cerrada varios lustros atrás por ser innecesaria; no tenemos ni idea sobre los motivos que lo llevaron a impedir la llegada de unos aviones norteamericanos cuyo ingreso al país ya había sido autorizado; desconocemos dónde se mete Petro en sus muchas noches de insomnio; ignoramos por qué una persona con seis o siete procesos penales a cuestas -varios de éstos, por actos de corrupción- es idónea para acompañar los proyectos de la actual administración. En fin, de esos temas, que son del interés de la ciudadanía, no sabemos nada.
Pero, en cambio, sí sabemos cosas que no deberíamos saber: supimos cuál era la ubicación de los combatientes del ELN que iban a ser objeto de operaciones militares legítimas; tuvimos acceso a datos confidenciales sobre los mecanismos que usa el país para el pago de las herramientas de inteligencia con las que cuenta. Y, ahora, estamos al tanto de los debates que tienen lugar en el consejo de ministros.
En principio, estas reuniones son confidenciales. Algunos me dirán -y yo comparto esa tesis- que los mandatarios tienen la facultad de revelar información prima facie reservada cuando su revelación permite asegurar fines superiores. De acuerdo: las normas sobre ejercicio del poder tienen un halo de confianza en los gobernantes de manera que les dan un margen de discrecionalidad para tomar las decisiones que más convengan de cara a los problemas y coyunturas que enfrentan. Revelar una cierta información en principio reservada es una de estas alternativas.
Pero, ¿era conveniente? Para nada. El consejo de ministros es un espacio de debate en el cual los directivos del poder ejecutivo examinan la situación del país y construyen las decisiones que les corresponde adoptar. Es un foro en el cual nada está dicho hasta que todo queda dicho.
La presencia de las cámaras en el consejo de ministros no sólo los convierte en actores de televisión, como ya lo atestiguamos, sino que los pone en una vitrina donde sus opiniones quedarán expuestas al constante escrutinio público. Una situación así hará que se inhiban de expresar de manera amplia y sincera muchos de sus pensamientos y que se reserven opiniones que podrían ser útiles de cara a los debates que demanda la administración del Estado. Un muy mal efecto colateral.
Petro acude otra vez a los valores democráticos para ir en contra de lo que éstos en realidad procuran.