Convocación a exultante regocijo (II) | El Nuevo Siglo
Jueves, 6 de Junio de 2024

Como fruto de la singular tarea de acoger el gran documento del Papa Francisco, en el que, con manifiesto gozo y exultante regocijo convoca nuevo Jubileo, con motivo de los 2025 años de la venida a nuestro planeta tierra de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, para redención de nuestra humanidad, iniciaba reflexión anterior. Impactante es el inicio de este documento, al que dio el tan diciente título: “La Esperanza no defrauda”, haciendo eco al gran S. Pablo, en su Carta a los Romanos (5,5). Hemos tenido gran gozo espiritual con su presentación general, la que conduce a agradecida respuesta de seguir profundizando su gran contenido.

Inicia, coincidencialmente, el Papa este confortante documento, con un sencillo llamado mío en reciente columna de prensa a “hablar de lo bueno” que hay en el mundo, y no caer en la tentación de sentirnos superados por el mal. Invita a abrir el corazón en busca de la presencia de Dios que da esperanza, aún en medio de las crueles opresiones de la guerra. El Jubileo viene con sueños que calman angustias, pues “los que trabajan por la paz son llamados hijos de Dios” (Mt. 5,9).

En ese clima de esperanza del futuro, ha de surgir un vivir lleno de entusiasmo en los jóvenes por compartir con los demás humanos la superación de la desesperante perdida del deseo de transmitir la vida a causa del miedo del futuro, pues solo se buscan beneficios, y se atraen,  así, preocupante disminución de la natalidad, con propuesta o ante los responsables proyectos del Creador de una paternidad y maternidad responsables, inscritos en el corazón de los humanos, misión que confía a los esposos y a su amor.

Es que, dice el Papa: “la comunidad cristiana debe cultivar en sus miembros el deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas, como fruto de la fecundidad de su amor con perspectiva de futuro de toda la sociedad”. El ser humano no puede conformarse con sobrevivir o subsistir metódicamente, lo cual sería individualísimo que corroe la esperanza, y genera tristeza en el corazón.

Asumido así, el futuro, con gran optimismo, como fruto del Año Jubilar, vienen los llamados concretos a conductas que ameritan decidida superación, como la atención a los presos, a los enfermos, a los que sufren patologías y a los ancianos, pues les dan a ellos el entorno a llamados a la dignidad humana al lado de aquellos, que como en limitaciones, reclaman nuevas misericordiosas. Pero también son de tener presente a los llenos de vida como los jóvenes migrantes, en busca de mejores condiciones, niños y niñas que reclaman mejores oportunidades.

Es el Año Jubilar, un panorama que cubre, también, todo el ámbito del género humano, para que se revivan, en toda la tierra, los frutos de esa principal fuerza espiritual como es el cristianismo, con el máximo anuncio de paz y alegría de los ángeles ante su iniciación en las campiñas de Belén, y el feliz horizonte para quien viva lo proclamado en discurso escatológico de Jesús, con premio al amor al prójimo, como hecho a Él mismo (Mt. 25, 31-40) (Continuará).

 *Obispo Emérito de Garzón

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