Convocación a exultante regocijo (III) | El Nuevo Siglo
Jueves, 13 de Junio de 2024

Siendo el principal empeño del Año Jubilar llevar la fe a vivencia plena y alegre, siente el Papa necesidad de recordar puntos claves de ella, como ser gozosa tarea para los creyentes, e información para quienes no la han asumido, como respuesta a favor de ser gran serenidad y alegría de los que la viven. Da un gran paso atrás, el Papa, al rememorar un momento básico para la fe cristiana, como fue el Concilio de Nicea (325), en donde reflexionaron Padres Conciliares, asistidos por el Espíritu Santo.

Básico, Providencial, fue el Concilio de Jerusalén, con presencia de los directos Apóstoles del Señor, (año 49 Hech. 15), que, con gran apertura y cuidado de la unidad de la Iglesia naciente, medidas para alejar de la idolatría. Con el Primero de Constantinopla (381), sigue, serie de Concilios Ecuménicos, hasta el Vaticano II (1962-1965), con amplias y profundas deliberaciones, con escisiones serias en la Iglesia, pero con manifiesta asistencia del Espíritu Santo, y supervivencia de la Iglesia Católica Romana, hasta nuestros días, historia veinte veces secular, solo explicable por esa asistencia del Espíritu Santo. 

Viene, en el Documento de Convocatoria del Nuevo Jubileo, la mención de virtudes fundamentales como respuesta a la fe cristiana que suscita estas grandes celebraciones, comenzando por el tríptico de las “Teologales”, destacando el sitio fundamental de la esperanza, que indica la dirección y fragilidad de la existencia cristiana, que lleva el testimonio de una caridad entusiasta. De allí es preciso pasar a recordar puntos básicos de la fe como son: la vida eterna en plena felicidad; la muerte y resurrección de Jesucristo, que se nos transmite a los cristianos en el Bautismo, dándonos nueva vida; la actitud agradecida ante la muerte aceptada como vida nueva que transfigura toda dramaticidad.

Esos fundamentos de la fe se cimentan más aún con varias enseñanzas cristianas, como el gran aprecio triunfante del martirio, que aparece en las diversas tradiciones, con certeza de ser anuncio a verdadera vida llena de Dios, que es felicidad eterna y plena, que culmina en el juicio de Dios, sin miedo ante quien “es amor” (I Jn. 4,8), y nos juzgará en el amor. Hay necesidad de orar por quienes culminan el camino terreno, acogidos al predominio del amor sobre todo mal, a lo cual viene el confortante apoyo de la Indulgencia Jubilar, que aporta el perdón sin límite de Dios, de su infinita misericordia.

Hay llamado final a acudir con fe al “Sacramento de la Penitencia”, que asegura el perdón de Dios. Este Sacramento es paso decisivo, esencial e irrenunciable, es camino de fe, siempre en dimensión de esperanza, que nos aparta de caer en el miedo de un juicio de un Dios que es amor, que destruye nuestros pecados y sana nuestros corazones. Advierte, el Papa, que “el pecado deja huellas” por su “apego desordenado”, las que reclaman situación del “purgatorio” para limpiar sus efectos residuales, para lo cual es preciso acudir a la Indulgencia Jubilar.

Poniendo de presente acudir a “Misioneros de las Misericordias”, para este Año Jubilar y a la Madre de Dios, para pleno aprovechamiento de gracias, concluye el Papa este gran Documento de Convocación a exultante regocijo.

*Obispo Emérito de Garzón

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