La actualidad electoral es una distracción que en su frenesí mediático me produce ansiedad; menos mal que porta su propia caducidad y esta ola de vértigo plagado de estulticia, improperios, acusaciones y amenazas que muestran, con contadas excepciones, cuán panditos son los candidatos y cuán necesitados están de inteligencia, así esta sea artificial.
En el partidor solo quedan dos candidatos con opción, aunque en ambas campañas los conceptos han sido escasos y poco elevados, los juicios patéticos, sin distinción de parte y parte entre lo esencial y lo accesorio, entre la causa y el efecto, entre el todo y las partes. Poca inteligencia de parte y parte. El ánimo crispado.
En esta tierra caliente “incluso cuando pones cara de tolerancia política y haces como que escuchas con respeto lo que dice tu rival, de hecho, no escuchas, sólo estás preparando en tu cabeza cómo vas a iniciar tu respuesta abrumadora, con a, b y c, o con rayos, truenos y citas. (…) estás sordo como el mismísimo Dios”, me dicta Amos Oz desde Un descanso verdadero, el que no tendremos en Cali ni con Alejandro Eder ni con Roberto Ortiz.
Aunque la contienda acabará el 29 de octubre, su estela lastimosamente tendrá repercusiones durante cuatro largos años en la vida de todos nosotros, continuaremos con los ánimos crispados, habrá vencedores y habrá vencidos. Se nos irán los meses subsecuentes en decir te lo dije.
Así que, aprovechando mi reciente formación en el tema de moda, acabo de acudir a ChatGPT y Claude para que sea la inteligencia artificial la que ilumine la nublada inteligencia mía. A mucha gente le preocupa que la llegada de la inteligencia artificial generativa nos sustituya o suponga la eliminación de muchos puestos de trabajo. Eso es un mito urbano; sobrevivirán los empleos necesarios y todos estaremos impelidos al pensamiento crítico, a mejorar cada día, a actualizarnos, a ser medidos, sopesados por el otro.
Yo votaría feliz por una inteligencia artificial para alcalde de Cali; porque así podríamos remontar los estragos de la pésima administración actual y evitarnos las sorpresas que los candidatos punteros nos pueden dar. El uno se mide con el rasero de sus mayores y el otro con la ausencia de ellos. Ninguno consigo mismo. El uno habla desde la condescendencia y el otro desde el transfuguismo social, cara y sello de la perfidia en las relaciones con los demás.
Acudo a la IA y ni siquiera ella sabe de qué va la cosa con Eder y El Chontico; del primero dice: Si Alejandro Eder se ha vuelto una figura pública relevante te recomendaría buscar información actualizada para obtener un análisis preciso y detallado sobre su perfil, logros y contribuciones. Y el segundo no sale mejor librado: Representaría un gobierno municipal muy débil e inexperto, con poca capacidad de gestionar una ciudad compleja como Cali. En resumen, más que una candidatura seria, “El Chontico” parece un personaje pintoresco y una estrategia de campaña para aprovechar el descontento ciudadano. Pero con escasas opciones electorales.
“Mañana será un día mejor” me dice Amos Oz, como si a estas alturas del camino buscara yo epicureísmos y no un poco de tranquilidad para mi corazón insuficiente, amenazado con la algarabía preelectoral y con el vislumbre de los 48 meses por venir.