El mundo está cambiando. Negar esta realidad es una estrategia poco inteligente. Las movilizaciones sociales son un fenómeno mundial. No se trata de izquierdas o de derechas, se trata de una humanidad cansada de un Sistema que no le ofrece alternativas para tener una buena vida. Si nos fijamos bien, la mayoría de manifestantes en el mundo entero son los jóvenes. Y Colombia no es la excepción. Pero, ¿Por qué marchan? No se trata de ser simplistas con la respuesta y achacarle todo a una tendencia política u otra. Salen a la calle porque no tienen oportunidades ni de estudio, ni de empleo. ¿Qué decirle a un joven que se endeudó, por ejemplo con el Icetex, y que se graduó de una maestría y solo consigue un trabajo en el que le pagan menos de dos millones de pesos?
¿No será que el Sistema, como está concebido, está programado para formar seres humanos infelices, en carreras profesionales poco útiles? Lo que nuestros niños están aprendiendo en los salones de clase, ¿es un conocimiento útil para la vida? Y me refiero a las herramientas importantes para saber vivir, como la autogestión de nuestras emociones, el estímulo del pensamiento creativo, la capacidad de resiliencia frente a las dificultades, el manejo de la frustración y del éxito, la curiosidad por la investigación, la resolución de conflictos, las habilidades para el emprendimiento, entre otras. Todo lo anterior no se incluye como formación en el sistema educativo actual. Se “educa” con información y datos que los niños memorizan, pero que aparte de cultura general, no aportan gran cosa. ¿Cómo podríamos hacer para que niños y jóvenes con pleno potencial creativo, puedan tener las herramientas para concebir las tecnologías, creatividad y conocimiento del futuro? A punta de memorizar la tabla periódica, ¿se forma un recurso humano revolucionario?
Tal vez el sistema capitalista como lo conocimos llegó a su saturación en lo concerniente a la formación para el trabajo y el emprendimiento. La revolución digital por ejemplo, requerirá de mentes innovadoras cultivadas desde la infancia que crean y reinventen el conocimiento.
Tal vez, esa es una de las razones del hastío de las nuevas generaciones y de las anteriores también. Los adultos mayores temen por su jubilación porque muchos comprobaron que lo que les ofrecía el Sistema, no los llevó al pleno potencial de sus existencias. Vivimos para ir al colegio, la universidad (endeudados), casarnos, endeudarnos (más), tener hijos (para insertarlos en el mismo sistema), trabajar para pagar las deudas y después, ¿No jubilarnos?
El mundo cambió y la gente no quiere ser inducida al fracaso. Por eso no hay que tenerle miedo al pensamiento crítico de estos días. Se vale rebelarnos, pero ya llegó también la hora de hacerlo con formas más creativas que salir a las calles a incendiar buses, romper vidrios y pisotear los derechos de otros. Pero para saber interpretar el cambio se necesitan líderes con potencial intelectual y emocional, empáticos, innovadores y creativos que ayuden a redirigir el diseño de un nuevo sistema. Y ahí cabe esta última pregunta: ¿Tenemos en los actuales líderes las cualidades y calidades humanas para responder a las demandas actuales?