No todo es tragedia. También suceden cosas simpáticas mientras damos la pelea a este memorable virus que se quedó de visita más que pariente pobre. Por ejemplo, me enteré de que unos niños, de unos 3 y 5 años, con papás súper-ejecutivos, pero ahora en casa y por tanto de mal humor, resolvieron dirigirles la palabra mandándoles mensajes escritos encima del carrito de control remoto que les trajo el niño Dios el año pasado, para evitar la vaciada por interrumpir el trabajo de sus progenitores. Eso se llama técnicas de supervivencia. En otros lugares han resuelto que hay que dejar los zapatos a la entrada del apartamento y los corredores de los edificios parecen ventas de segunda. Y, por tanto, nada de andar con medias viejas y rotas, pues se cae el prestigio personal.
Ha habido una verdadera estampida a las fincas de recreo o haciendas de trabajo. Ahora los presidentes y gerentes, antes trajeados finamente, aparecen en camiseta azul aguamarina por las pantallas y con un vaso de jugo de naranja hecho de naranjas de la finca y no de eso que nos venden en los supermercados con sabor a no sé qué. Y cuando son las mujeres ejecutivas, dejan ver sus trajes de flores y manga corta y así lucen mucho más frescas que vestidas de gerentes de sucursal bancaria. Y cuando de universitarios se trata, para reuniones por zoom, no hay como la mullida cama para acudir al encuentro. Cuan largos son, y horizontalizados, hablan, estudian, hacen los trabajos, cuentas los chismes, pero los veo carilargos y aburridos por el encierro. ¡Pobres chinos!
Y ni qué decir de trajes, zapatos, guantes, tapabocas, gafas y toda la parafernalia para que el tal virus no se meta a ninguna fosa nasal ni mande a nadie a la fosa final. Unos parecen astronautas y se mueven como tales en sus blancos trajes. Las caretas plásticas establecen una distancia y dejan ver en profundidad unos ojos como del más allá: ¿“Por qué me miráis así”? Me permito aclarar a quienes van a comulgar con careta, que deben levantarla porque de lo contrario ni el Espíritu Santo puede entrar. Los tapabocas han destacado por su variedad de diseños, colores, cobertura y resistencia. Y no menos deslumbrantes son los aparatos que se han inventado para embadurnarnos de alcohol, gel, jabón y quién sabe qué más nos están untando a las buenas o a las malas. Esperemos que en 20 años la gente no se esté muriendo porque por allá en el año 2020 el mundo resolvió hundirse en alcohol y de ahí surgió quién sabe qué otro mal peor.
En fin, esta tragedia tiene también sus aires de comedia, la humana, como ya fue dicho. Busquémosle el lado amable para no morir también de tristeza. La revista Selecciones tenía la sección “La risa remedio infalible”, y podemos tratar de usar ese medio, la risa, a ratos, para este mal rato que pasamos. ¡Ánimo!