Bogotá es una ciudad con capacidad de ser de clase mundial. Nuestra privilegiada ubicación geográfica, los 35 millones de pasajeros que pasan por nuestro aeropuerto cada año, el ser responsable por el 25% del producto interno bruto de la nación y la confianza en la estabilidad política del país son elementos que debemos utilizar para nuestro beneficio.
Eventos como la Feria Internacional del Libro de Bogotá, conciertos, eventos deportivos y convenciones ponen nuestra ciudad y su capacidad de negocios en los ojos de muchos mercados internacionales. Son oportunidades inigualables para atacar el desempleo que ronda el 13% en la ciudad y más grave aún que esta cifra llega casi al 20% en los jóvenes. Vender la cuidad como sede internacional de eventos es una oportunidad de oro para impulsar el crecimiento en la oferta de servicios y, por ende, de incremento en el aporte del PIB distrital que hoy en ese sector ronda el 67%.
Esta fórmula suena muy bonita pero tiene un detalle que no podemos olvidar y son las responsabilidades para con los ciudadanos y extranjeros que se generan al pretender posicionar una ciudad como realizadora de eventos de clase mundial. Aquí volvemos al dolor de cabeza de siempre y que consiste en el manejo del tráfico, el acceso a las diferentes zonas de la cuidad, y la seguridad de los visitantes y locales que son responsabilidad del organizador privado bajo el cumplimento de políticas claras, estrictas y en colaboración con el gobierno distrital. Es inaceptable que los bogotanos no conozcamos de antemano los cierres viales, no se dispongan rutas alternas y que el acceso a los eventos y los alrededores sean la catástrofe que son hoy en día.
El tráfico de los domingos en Teusaquillo es una pesadilla para los habitantes de la localidad cuando hay carreras atléticas; los habitantes de Quinta Paredes y barrios aledaños sufren con cada feria exitosa; los vecinos del Nicolás de Federman y Galerías huyen cuando hay partidos, y quienes están cerca a parques al sur, occidente o norte, terminan encerrados con eventos que deberían ser su orgullo.
En el mundo abundan los ejemplos de ciudades que se enorgullecen de eventos bien manejados. Barcelona, Sídney, San Francisco y muchas más reúnen decenas de miles de personas, locales y foráneas, alrededor de temas que impulsan su crecimiento. Y aunque siempre hay dificultades logísticas, la información, previsión y el manejo adecuado de las dificultades las hacen de clase mundial.
Bogotá es una ciudad con gran potencia potencial de ser de clase mundial en sus eventos, pero también para sus habitantes. Cada organizador de evento también comparte responsabilidad por lo que pasa alrededor, y un gobierno distrital que escucha y entiende las necesidades de su gente sabe que son necesarios, y se organiza para que todos los vivan y disfruten. Los bogotanos merecemos más y mejores eventos para enorgullecemos mucho más y sufrirlos mucho menos. De eso también trata el bien-estar de nuestros ciudadanos.