Cada nivel de consciencia tiene su propia ética, y siempre los seres humanos estamos en algún nivel de consciencia. Para defender la vida es preciso integrar y trascender aquellos niveles en los que la vida tiene un valor relativo, en los que hay vidas más defendibles y merecedoras de cuidado que otras.
Cuando los seres humanos vivimos en niveles de consciencia básicos la vida tiene un valor relativo. Me baso en el Modelo Integral planteado por Ken Wilber y sobre el que en otras oportunidades he escrito en este espacio. En un primer nivel, el arcaico instintivo, la ética tiene que ver con la supervivencia: si para comer es preciso matar a otro ser humano, se mata. No estoy justificando de ninguna manera los asesinatos, como tampoco diciendo que todas las personas que estén en este nivel de consciencia -por el que pasamos al nacer y que se mantiene en poblaciones que están por debajo de la línea de pobreza- recurren al asesinato para sobrevivir. Estoy recurriendo al modelo para comprender nuestras dinámicas, tanto personales como colectivas. En el segundo nivel de consciencia se asesina recurriendo a la magia, como cuando se manda a hacer un “trabajo” para deshacerse de alguien que representa un obstáculo para otra persona. Suena muy crudo, y así es.
En el tercer nivel de consciencia, el de dioses de poder, se irrespeta la vida humana para conquistar territorios, a sangre y fuego. Es por ello que –dolorosamente– están en incremento los asesinatos de líderes sociales, que defienden sus territorios de la expansión de los latifundios, de la minería extractiva, de las acciones avasallantes de grupos armados legales o ilegales. Se está asesinando a quienes promueven la solidaridad antes que la guerra, las economías solidarias, las semillas libres, la defensa del agua, el cuidado de las selvas, los ríos y los mares.
Esa ética avasalladora de este nivel de consciencia está pasando por encima de quien sea para proteger los intereses individuales de unos pocos. Los niveles de consciencia siguen avanzando: el cuarto, de orden mítico, ve en la pena de muerte una opción social para el control del delito; en este nivel están las voces que piden la muerte para personas que han cometido asesinatos, violaciones o actos de corrupción, sin duda graves delitos que atentan contra las sociedades enteras.
El quinto nivel de consciencia, lógico formal, aboga por la despenalización a muerte, incluso en delitos atroces, y la conmuta por cadena perpetua o de muchos años. En el sexto nivel de consciencia, el pluralista, no se cree en la pena de muerte, pero sí en el aborto, que se defiende como derecho de la mujer a disponer de su cuerpo, olvidando que el feto es otro cuerpo, también con derechos: es la paradoja de la posmodernidad.
Necesitamos seguir avanzando en los niveles de consciencia, que nos planteen nuevas éticas de integración y respeto. Las marchas ciudadanas en defensa de la vida de líderes y lideresas sociales de Colombia, que se llevaron a cabo en varias ciudades del mundo, son una muestra de ese avance hacia la integralidad. La vida es una sola; toda merece ser defendida y respetada.