Dejar de mirarnos el ombligo | El Nuevo Siglo
Lunes, 20 de Diciembre de 2021

Desde su anuncio he sido crítico del incremento exagerado del salario mínimo. Considero que es una propuesta política, que ignoró completamente la opinión de los expertos. Todos los que estaban sentados en la mesa de concertación tenían intereses políticos para hacerlo. Por estas críticas, he recibido comentarios de personas que buscan hacerme sentir poco solidario. Algunos de esos llamados de atención vinieron de empresarios que me explicaban cómo gracias a la recuperación de la economía podían mejorar el salario a sus colaboradores. Mi respuesta fue casi siempre la misma y pensé apropiado compartir mis argumentos con quienes leen esta columna.

¡Dejemos de mirarnos el ombligo! O en términos más filosóficos, no nos concentremos solo en lo que se ve, también imaginemos lo que no se ve, como bien lo explica el economista francés Claude-Frédéric Bastiat. Los seres humanos solemos incurrir en la falacia de composición, que consiste en creer que lo que es bueno para uno, lo es para todos, o en este caso “si yo puedo, todos pueden”. Esto ocurre porque nos es muy difícil imaginar lo que no se ve con facilidad.

¿Qué es lo que vemos? Por un lado, que un aumento del salario mínimo es algo positivo porque le aumenta los ingresos a un porcentaje de la población que se lo gana. Por otro lado, algunos pensarán “como yo en mi empresa puedo hacerlo todos los demás empresarios también podrían”. No está mal pensar de esta manera, así hemos educado nuestro cerebro y también es la regla general en la humanidad. Sin embargo, siempre es un ejercicio de verdadera empatía pensar en lo que no vemos.

¿Qué es lo que no vemos? Según datos del RUES, El 93% de las empresas en Colombia son microempresas y de acuerdo con el DANE el 78% del empleo formal lo generan las micro, pequeñas y medianas empresas. Estas microempresas son en su mayoría de baja productividad y cualquier cambio en sus gastos genera fuertes repercusiones. A un pequeño panadero en Amalfi Antioquia, que vende su pan a 2.000 pesos lo afecta de manera muy distinta el salario mínimo que a un productor mediano en Bogotá. Al primero lo obliga a reducir el personal, el segundo seguramente lo puede pagar.

Otro dato importante para tener en cuenta en lo que no se ve, es que según el DANE el 46% de los trabajadores en Colombia ganan menos de un mínimo, y en el sector rural la cifra aumenta a 71%, el incremento solo la aleja de la posibilidad de ganarlo en el futuro. Una encuesta que hizo una fundación de Medellín reveló que en el barrio Villatina más del 90% de los negocios que allí operan reciben ingresos mensuales inferiores al millón de pesos. Saquen ustedes sus propias conclusiones.

Creer entonces que todos pueden pagar este incremento es desconocer profundamente la realidad colombiana. Dejemos de mirarnos el ombligo. Solo así lograremos encontrar soluciones que permitan reducir drásticamente la pobreza y construir un mejor país.