Ya empezaron las novenas navideñas, es decir los encuentro familiares y de amigos para muchos de nosotros. En las casas colombianas además de buñuelos, villancicos y panderetas, este año las reuniones tienen un ingrediente adicional: la discusión política. A muchos les molesta y es producto de tensiones e irritaciones que se hable de quién debería gobernarnos y cómo convendría que lo hiciera en medio de un encuentro de familia ¿Pero si no es con los más cercanos con quienes entonces debemos discutir el futuro del país?
Desde niña recuerdo aquella frase que reza que en la mesa no se debe hablar ni de política ni de religión, pues estos temas despiertan tales pasiones y emociones que conducen al enfrentamiento entre las partes. Cercenar uno de los temas más importantes de cualquier ciudadano es renunciar a pensar y analizar cómo debe ser el futuro de nuestra nación. Aquellos que mencionan que la política no les interesa, desconocen que es a través de ella que se define el futuro de todos y desconocen también que es en familia en donde debemos aprender a ser tolerantes.
Atravesamos un momento de polarización política, parece ya un lugar común decirlo, pero es un fenómeno que experimenta toda América Latina y Colombia no es la excepción. Esta situación viene acompañada de intolerancia y falta de dialogo para poder entender que podemos convivir en un mundo en donde podamos pensar distinto. Distanciarnos ideológicamente no debería ser producto de rupturas con nuestros allegados. Esta enseñanza deberíamos empezar a darla a través de la familia que es el núcleo de la sociedad como está concebida. Por eso, es inaudito que sigamos permitiendo que se anule la discusión y que salga algún miembro de familia en medio de la movena a decir: ¡Ay ya empezaron a hablar de política!
Frente a las voces que se niegan a tener una discusión política en familia, debería retumbar al unísono que es en ese entorno precisamente donde debería iniciarse el debate. Definimos el futuro de Colombia y es entre los más cercanos entre quienes debemos debatir y analizar qué sería lo mejor para el país. Permítannos a quienes disfrutamos en medio de buñuelos y natilla hablar sobre quién debería ser el próximo presidente y cuál es la mejor estrategia para escogerlo, discutir tranquilos sobre el futuro de la nación.
Enseñémosles a los más pequeños que podemos tener discusiones ideológicas sin entrar en distanciamientos, que estar a favor de Uribe o de Petro no debe ser motivo para cortar relaciones entre los nuestros. Aprendamos que podemos querernos así nuestras convicciones sean totalmente opuestas. Esa es la democracia y debe empezar por construirse en familia.