El confinamiento comenzó con los adultos mayores y todo indica que con ellos continuará indefinidamente. El Gobierno justifica la medida para protegerlos, por ser la población más vulnerable frente al virus, pero se le critica por ser una medida discriminatoria; una restricción de libertad.
Lo mismo ha sucedido en otros países europeos, con importantes reacciones. En Francia, el pasado 11 de mayo, comenzando el desconfinamiento, se dijo que los mayores de 65 años tendrían que seguir encerrados en sus casas indefinidamente. La indignación no se hizo esperar. ¡Inadmisible! ¡Discriminación! clamaron intelectuales franceses que han tocado la tercera edad, siendo conscientes de que son la población más vulnerable ante el Covid-19, que ha causado 400.000 muertos en el mundo, en su gran mayoría adultos mayores. El ensayista y economista Alain Minc llegó a pronosticar una “rebelión de las canas”.
Ante el movimiento que subía el “tono”, el Presidente, Emmanuel Macron, tuvo que intervenir señalando no sería una medida obligatoria. La protesta continúa, ante la falta de una estrategia clara para este fragmento de la población nada desdeñable, que afecta 18 millones de franceses. Sostuvo el intelectual de 71 años que esta medida atenta contra las libertades individuales y podría ser discriminatoria. “¿Son los viejos los más contagiosos? No. ¿Son los que más riesgo corren? Sí. Pero asumir un riesgo forma parte de la libertad individual”, agregó que, de no recular, el Gobierno iba a ver cómo “aumenta fuertemente la rebelión de los viejos, la revolución de las canas, en las próximas semanas”.
La psicóloga Marie Hennezel, de 73 años, calificó esta barricada de edad “tan arbitraria como injusta, discriminatoria y anticonstitucional”. Señaló: “Que se aconseje a las personas mayores y frágiles que sigan protegiéndose es algo que nadie rebate (…) Pero solo puede ser algo basado en la responsabilidad personal. Que se obligue a los mayores activos, muchos de los cuales siguen trabajando, a permanecer confinados cuando su salud es buena y no presentan ninguna otra patología, es otra historia y eso no será aceptado”, indicó reclamando un “debate ético” sobre el tema.
Igual pasa en España, el lema es directo: "¡No nos confinen a los mayores de 65 más tiempo que a los demás!". Todos a una, advierten: “No lo debemos consentir. Somos ciudadanos como el resto de los españoles, y una imposición de alargamiento desmesurado de nuestro encierro, incurriría en causa de inconstitucionalidad. Además, supondría una injusticia máxima y en muchos casos incluso empeoraría nuestro estado de salud e incrementaría nuestra ansiedad y la sensación de incertidumbre que muchos estamos atravesando”.
En Alemania, la canciller, Ángela, ha dicho: "No voy a entrar ni siquiera en el debate que se ha generado en torno a ese punto. Encerrar a nuestros mayores como estrategia de salida a la normalidad es inaceptable desde el punto de vista ético y moral".
La antinomia está clara; darle rienda suelta al “autoritarismo demagógico”, sacrificando las libertades de las personas o encargarles la autorresponsabilidad en su comportamiento evitando la discriminación. Sin duda, me inclino por la segunda solución.