“Transformemos nuestra relación con el planeta”
No se necesita ser un gran gurú para reconocer que si como humanidad no somos capaces de cambiar el paradigma sobre el que hemos cabalgado en los últimos 500 años, la viabilidad de la vida tal como la conocemos se derretirá como los glaciares de Groenlandia, la Antártida o los Andes.
La Madre Tierra es un ser vivo, algo que aún muchos parecen no comprender. Y los seres humanos somos sus hijos, no sus propietarios. Como ente biológico generador, el planeta tiene derechos que es preciso reconocer, proteger, honrar y cumplir: las noticias sobre la creciente extinción de especies tanto animales como vegetales, las islas de desechos plásticos y metálicos que navegan en los océanos, las aguas envenenadas por la minería -legal e ilegal-, la deforestación de bosques y selvas, son solo algunas muestras de lo que hemos venido haciendo en los últimos 100 años, si bien al principio por ignorancia, ahora con cada vez más conocimiento de cómo nuestras acciones inciden en los ecosistemas, los más próximos y los más lejanos. La naturaleza en todas sus manifestaciones tiene el derecho a existir, conservarse, sostenerse y recrearse. Por fortuna, ya es posible hablar de una Jurisprudencia de la Tierra y de Derechos de la Naturaleza, a partir de declaraciones de la ONU y de leyes sobre ríos, selvas y parques nacionales en Colombia, Bolivia, Brasil, Estados Unidos, India, México, Nueva Zelanda y Reino Unido, así como en la Constitución de Ecuador.
Bajo esta perspectiva, se creó en Colombia el año pasado la Alianza por los Derechos de la Madre Tierra, que lideró el Tercer Foro Internacional por los Derechos de la Madre Tierra, Colombia-2019, realizado hace dos semanas en Bogotá. Durante el encuentro de cuatro días, se realizaron dos foros multidisciplinares: en el primero, Ecología de saberes por los Derechos de la Madre Tierra, se conversó sobre la necesidad de construir una ética de la Naturaleza, que logre identificar y promover maneras múltiples de apreciarla. Desde diferentes voces que representaron los saberes ancestrales y científicos, así como a partir de experiencias locales e institucionales y una perspectiva global, se avanzó hacia un acuerdo para el reconocimiento de la totalidad que resalte los derechos de todas las formas de vida.
En el segundo foro, Transformando la visión sobre nuestra relación con la Naturaleza, se reflexionó sobre la necesidad de pasar de una mirada antropocéntrica del planeta, fruto del racionalismo que concibe al ser humano como el dominador del planeta, a una perspectiva biocéntrica en la cual todas las especies y las relaciones con todos los seres vivientes son igualmente importantes. Desde este enfoque será posible transformar nuestras concepciones sobre lo que es la civilización, de unas amenazantes realmente peligrosas para la vida, hacia otras integradoras, respetuosas y amorosas. Se celebró a la Pachamama al plantar acuerdos sobre el cuidado de la vida en todas sus manifestaciones, así como también se exaltó la labor de comunidades campesinas y de pueblos originarios. Necesitamos no solo pensar a la Madre Tierra desde la cabeza sino sentirla con el corazón y relacionarnos con ella desde la verdad, la belleza y la bondad. Solo así sobreviviremos y, quizá, logremos vivir.