El 1 de enero de 1915 llega por primera vez una locomotora procedente de Buenaventura a Cali. Después de casi tres décadas de una dura construcción, la línea férrea que une al Pacífico vallecaucano con el interior del país entraba en servicio y se conectaba con una red que permitiría, una década después, unir a Cali con Popayán, con el Eje Cafetero, con Antioquia y la Costa Atlántica. Mercancías, en particular el café, y pasajeros, marcaron una era de oro en el desarrollo de Colombia, gracias a los casi 4.000 kilómetros de vía férrea que se construyó en toda la región Andina y el Caribe.
Es difícil concebir la primera mitad del siglo XX sin el ferrocarril. Ciudades como Manizales, que se fundaron a lomo de mula en el siglo XIX, lograron un acelerado desarrollo cuando el Ferrocarril de Caldas bajaba desde Manizales, atravesaba Chinchiná, llegaba a Pereira y conectaba con Armenia y el Valle del Cauca, hasta los años 1970, cuando desaparecieron estas líneas sin mayor esfuerzo por salvarlas. La línea La Tebaida- Buenaventura lleva desde 1998 tratando de reactivarse sin éxito. En mayo de 2020 se declaró la caducidad de la concesión y ahora debe salir un nuevo proceso para reactivar una línea que desde los años 1920 fue clave en el comercio exterior colombiano.
No es un secreto que contar con infraestructuras ferroviarias tiene una relación estrecha con el crecimiento económico y el desarrollo. Los países con rentas más elevadas cuentan con completas redes de ferrocarriles de carga y pasajeros, que los dotan de un sistema multimodal, que se complementa con modernas infraestructuras aeroportuarias y carreteras. Tal es el caso de los países europeos, China, Japón y el este de los Estados Unidos, que muestran un nivel de desarrollo mucho mayor que el resto de los países, entre ellos las economías emergentes latinoamericanas que no le han dado al ferrocarril la importancia que tiene.
La semana anterior, el Gobierno Nacional reveló que por primera vez en años se lograba que en un recorrido de ida y vuelta se trajera un convoy lleno de mercancías entre La Dorada y Santa Marta. Por supuesto, es una buena noticia, pero en un país que logró tener a sus principales ciudades conectadas con una red de más de 4.000 kilómetros de vías férreas se requieren muchos más esfuerzos como ese. En el Reino Unido, el aporte de los ferrocarriles al PIB se estima en el 2.3% y genera el 1.7% del empleo nacional. Es razonable pensar que en Colombia la existencia de una red de ferrocarriles pueda tener un impacto similar en una economía que exige más competitividad y una mayor capacidad instalada.
Es momento de plantearnos la necesidad de conectar mejor a las regiones, apostar por tecnologías limpias, de menor costo y de gran eficiencia como los ferrocarriles. No solamente es una alternativa de transporte masivo de gran valor en conglomerados urbanos como Bogotá y Cali, sino que son complementos esenciales para el éxito de activos estratégicos como los puertos de Santa Marta y Buenaventura, que tienen la ventaja competitiva de tener conexión directa con el ferrocarril.