Ha concluido en este mes del Sagrado Corazón, a quien Colombia acude confiada para implorar paz y finalización de guerras, una de las campañas electorales más borrascosas en nuestro aís. Fue desbordada en agravios y estratagemas entre adversarios, pero, también, en invocación a Dios de parte aún de quienes habían negado su existencia. Al fin, como milagrosamente, hemos llegado con el veredicto de las urnas a un momento colectivo de esperanza, apaciguamiento de ánimos, anhelo de un caminar unidos en pro de la Patria, con cambio de estilo en un servicio público, sin sectarismos partidistas, algo que puede calificarse de “anhelos de historicidad”. Se sueña haber llegado a un “momento histórico, o aun esperanzador despeje después de la tormenta”.
Prácticamente elegido el Presidente Duque, hace cuatro años, empezó la campaña para su sucesión, con una cerrada y ciega oposición a todas sus iniciativas y actos de gobierno, por más palpables que fueran sus realizaciones. Esto llevó a un ambiente de descalificación de su gobierno, que hizo mella en el pensar ciudadano y llevo al surgimiento de protestas, hasta con actos criminales, a mitad de su gobierno, que fueron atajadas por necesaria mano firme, y con palpables realizaciones en el manejo acertado de defensa en el momento difícil de pandemia que se cernía sobre el mundo. Vino, finalmente, el propio tiempo de campaña en las lamentables circunstancias enunciadas, pero con altura y prudencia del Gobierno en el manejo de la situación, llegando a los resultados electorales que hemos recibido como permitidas por Dios, y que, puesta la confianza en Él, nos lleven a buscar entre todos, el bien patrio, pensando solo en él y dejando criticables e inútiles actitudes, ante todo corrupción y violencia.
Ante ese nuevo clima se inicia el avance de nueva etapa nacional, en la cual los dos candidatos a la Presidencia, que por distinto pensamiento y estilo propusieron a los electores propósitos de cambio necesarios en tantos aspectos, con llamado, ahora, a la unidad de esfuerzos, y con tono del perdedor, con pequeña diferencia de votos, de apoyo a cuanto benéfico proponga el electo, y, también, con algunos anuncios de oposición de anteriores contradictores, quienes dicen: “es momento no de conformismo, pero no de desesperanza”. Oposición bien distinta a la anunciada y practicada en el cuatrienio anterior.
De parte del candidato triunfante, Gustavo Petro, ha habido un tono grandemente conciliador, con convocatoria a esfuerzos aunados de todos los colombianos, dejando posturas meramente partidistas e ideológicos y con esfuerzo común, como se lo hay recomendado, desde la distancia el expresidente Uribe, de “pensar solo en Colombia”.
Son de destacar los llamados a tener presente todos los aspectos en donde haya necesidad del mayor cuidado, como la economía, la educación, la salud, la defensa colectiva de la naturaleza, sin la cual, como lo advertido el gran custodio de ella, el Papa Francisco, podemos quedar privados de sus recursos para la humanidad. Son indispensables advertencias históricas sobre comentarios no acertados que se están dando sobre este momento que se ha llamado “histórico” que reclaman nuevas reflexiones. Continuará.
*Obispo Emérito de Garzón
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