DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 7 de Octubre de 2011

La leyenda en blue jeans

Con  toda la importancia de las innovaciones que Steve Jobs introdujo en el campo de la informática, su legado más trascendental no es ese aporte sino la lección que nos deja su vida. Es una trayectoria que va desde su nacimiento, de madre soltera, y su entrega en adopción, hasta la cúspide, mucho más significativa que las habituales historias sobre el sueño americano.
A medida que pasen los años, el recuento de sus logros perfilará una leyenda que comenzó a insinuarse desde los primeros trabajos. Si quedaran poetas y juglares como los que relataban las hazañas de la Edad Media, ya estarían cantando algo así como “el romance del caballero con la electrónica” o “el andar de un genio”. Mientras tanto, los poetas escribirían versos sobre cómo el computador salió de los cuartos refrigerados, con operarios enfundados en batas estériles, y pasó de ser un enorme mamotreto que perforaba cintas y tarjetas, a vivir en cada hogar, manejado por los niños y usado en el trabajo por los padres.
Steve Jobs demostró que la persistencia y la decisión de progresar hacen lucir las mejores capacidades del ser humano. Sobre todo si las acompaña una fe inquebrantable en los trabajos que se emprenden, no importa que los expertos digan lo contrario o se burlen de cualquier propuesta que desafíe la sabiduría convencional. Jobs se fijó unas metas y dedicó la vida a conseguirlas, partiendo prácticamente de cero, en un ambiente lleno de poderosos competidores, que disponían de recursos gigantescos y acaparaban lo mejor del talento disponible. Fuera de ellos parecía que no había camino ni en Silicon Valley, ni en ninguna otra parte. Pero sí en la mente de Jobs.
Con Apple abrió la puerta y por allí entraron millones de personas. Mientras los altos directivos de las empresas consagradas, enfundados en los más costosos vestidos que ofrece el mercado, preguntaban con displicencia quién tendría interés en poseer un computador personal, el innovador de la manzana mordida, en camiseta y blue jeans, les mostraba a las personas comunes y corrientes cómo entrar al nuevo universo de la informática, gracias a unos computadores que costaban mucho menos que un traje de los prepotentes ejecutivos sabelotodo.
Y el computador llegó a nuestra vida diaria. Se incorporó como un electrodoméstico más, como la licuadora o la aspiradora, sólo que éste abría las puertas a una nueva forma de acceder al conocimiento.
Quien utilice hoy un Macintosh, un iPod, un Iphone, un Ipad, entre a iTunes o vea películas como Toy Story o Cars, inevitablemente recordará a Steve Jobs. Lo admirará, sin duda, por sus contribuciones innovadoras, pero sobre todo por la entereza como se abrió paso hasta la cumbre, a pesar del escepticismo de los expertos consagrados, la oposición de los dueños de la industria y del cáncer que lo persiguió en los últimos años.
Ojalá los juglares de estos días canten la nueva leyenda. Será reconfortante buscarla en iTunes y guardarla en nuestro iPod, todo un estímulo para aprender esta lección de vida y atreverse a darle nuevos mordiscos a la manzana.