DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Jueves, 3 de Enero de 2013

Los Reyes Magos corren peligro
Lo sucedido en esta Navidad con el asno y el buey que pasaban sus diciembres en los pesebres, demuestra la capacidad de desinformar que tienen los medios, cuando se dejan llevar por prejuicios o se lanzan con ligereza a explorar terrenos que no conocen y no se preocupan por conocer.
Los animalitos estuvieron a punto de desaparecer por cuenta de las agencias noticiosas que, para completar, señalaron a Benedicto XVI como culpable de borrarlos, en un acto de magia semejante a los del ilusionista David Cooperfield.
El Pontífice publicó el 2007 el primer volumen de su obra teológica y pastoral Jesús de Nazaret: del Bautismo a la Transfiguración, y en el 2011 el segundo, Jesús de Nazaret: Desde la Entrada a Jerusalén a la Resurrección.
En el 2012 apareció un nuevo libro, La Infancia de Jesús, sobre el cual advierte en su Prólogo: “no se trata de un tercer volumen, sino de algo así como una antesala a los dos volúmenes precedentes. He tratado aquí de explicar… lo que Mateo y Lucas narran al comienzo de sus evangelios sobre la infancia de Jesús”.
Incidentalmente el Papa anota: “el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales”. Al instante temblaron las redacciones de prensa, radio y televisión en todos los rincones del mundo con un ¡extra¡ ¡extra¡ ¡extra!, pregonando que Benedicto XVI había sacado del pesebre a los inocentes animalitos.
Estallaron las reacciones, cundió el desconcierto, los defensores de los animales y los creyentes fervorosos reclamaron. Solo faltó la protesta de Fedegan.
El Papa ni siquiera afirma que no estaban, sino que los Evangelios de Mateo y Lucas no los mencionan expresamente. Además, en el mismo párrafo que transcribimos dice: “Pero la meditación, guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento, relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, refiriéndose a Isaías 1,3: el buey conoce a su amo y el asno el pesebre de su dueño”.
Por si fuera poco, después de citar textos del profeta Habacuc y del Éxodo, el Papa Ratzinger escribe: “en la singular conexión entre Isaías 1,3, Habacuc 3,2, Éxodo 25, 18-20 y el pesebre, aparecen por tanto los dos animales…”. Y a continuación remata: “ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”.
Dicho en otras palabras, los animalitos no se dejaron sacar por la embestida mediática, que debemos suponer causada más por apresuramiento que por mala fe. La próxima vez los encargados de las reseñas leerán las frases completas antes de hacer el oso con un ¡extra!
Quienes están en peligro ahora son los Reyes Magos. No por la inseguridad que hace tan peligroso andar por la calle con cofres llenos de oro, incienso y mirra; ni por el riesgo de recorrer nuestro país, en donde cada día muere una persona víctima de balas perdidas; ni porque les exijan explicar de dónde sacaron sus fortunas, que se reflejan en signos exteriores de riqueza como vestidos, turbantes y medios de transporte exóticos. Deben cuidarse porque San Mateo en ninguna parte los califica de “reyes”.
Siguiendo la línea que puso en aprietos al buey y al asno, las autoridades de extranjería los pueden detener para exigirles documentos que los identifiquen como Melchor, Gaspar y Baltasar. Y un redactor antimonárquico destacará que tienen varias entradas irregulares.
Así que mejor se cuidan.