Ataque directo a los niños
Los cierres de servicios pediátricos son un atentado directo contra los niños colombianos. Aún no está claro quiénes son los responsables de una situación que viene agravándose en medio de la indiferencia general y, para los efectos prácticos, a los infantes enfermos y a sus padres poco les importa identificarlos. El problema es tan grave que cualquier consideración sobre las causas pasa a un segundo plano cuando la fiebre del bebé comienza a subir y no hay departamento de urgencias que lo atienda ni cama de hospital que lo reciba.
Las alarmas debieron sonar desde la primera clausura pero siguen silenciosas. Más servicios pediátricos se cierran y continúan calladas, como si se tratara sólo de las dificultades del establecimiento que se ve forzado a tomar la medida y no de un atentado contra la salud y contra la vida misma de los niños.
Mientras todos los países cuidan a sus bebés aquí les niegan atención a los casos más graves y la sociedad no reacciona. Si las instituciones privadas se ven obligadas a clausurar camas pediátricas no será por capricho. ¿Qué hay detrás de una crisis de semejantes magnitudes? ¿Cómo pueden acumularse sin que haya una voz de alerta temprana que permita aplicar oportunamente los correctivos? ¿Cómo se enfrenta esta emergencia de la cual sólo se registran las víctimas y no los orígenes?
La inspección y vigilancia estatales tampoco sirvieron en este caso. Sólo que no se trata de una imprevisión menor. Están en juego la salud y la vida de la siguiente generación, a la cual le dicen: para que lo atiendan, el niño enfermo tiene que esperar a ser adulto. Si mientras tanto no muere es posible que nuestro ineficiente sistema de salud se entere de su existencia y algún cuidado le preste.
¿Cómo reabrir los servicios pediátricos? No es hora de discutir los pormenores de los cierres sino de lograr que se reversen y que se creen muchos más.
Este es uno de los casos que obligan al Estado a actuar sin dilaciones, salir al rescate en cuanto caso se vaya presentando y prestar el apoyo preventivo necesario, cuando las circunstancias muestren que puede llegarse al punto extremo.
Los funcionarios ofíciales dicen que “no pueden impedir la clausura de una urgencia pediátrica en las instituciones privadas. Lo que sí pueden exigirles es que lo anuncien anticipadamente para no afectar la salud de los niños”.
¡Cómo que no pueden intervenir en casos donde peligran la salud y la vida de los niños! No sólo pueden sino deben hacerlo. Es uno de sus deberes esenciales. Porque contentarse con pedir anuncios con un mes de anticipación equivale a decirles a los niños colombianos que se enfermen ya mismo, antes de treinta días, o que esperen a ser mayores de edad para que los atiendan. Es no caer en la cuenta de que las camas pediátricas que se clausuran aumentan el riesgo de tumbas próximas a abrirse.