Diana Sofía Giraldo | El Nuevo Siglo
Viernes, 18 de Septiembre de 2015

CAMPAÑA DE DESCRÉDITO

Adiós al Congreso

EL  Congreso es la primera de las víctimas que caerán como consecuencia de las concesiones que se hagan en La Habana, para firmar lo que ahora se  llama de modo genérico “la paz”.

Ya vivimos un episodio semejante  al aprobarse la Constitución de 1991, cuando para comenzar una nueva vida se consideró indispensable renovar el personal del Congreso. Solo que, en esos días, los constituyentes se limitaron a revocar el mandato de senadores y representantes, sin golpear la institución misma. Desde luego, retocaron el legislativo y lo  acomodaron al nuevo estilo, pero el cambio se concentró en las personas. Perdieron su curul quienes la habían ganado en las elecciones de 1990 y el pueblo volvió a las urnas a elegir sus voceros que, dicho sea de paso, resultaron ser en su gran mayoría los mismos revocados.

Todavía la opinión pública no se explica ese curioso fenómeno de un electorado que critica permanentemente a quienes lo representan en las corporaciones públicas, las menosprecia y, enseguida, elige otra vez a los mismos y se queja de que sigan con las mismas.

Ahora el golpe va directo contra la institución parlamentaria. La propuesta de modificar sus funciones y, de hecho, quitárselas al todo para asignárselas a una parte, la mata en la práctica. Le dice al país que Senado y Cámara  no son capaces de legislar sobre uno de los temas más importantes desde la Independencia hasta nuestros días. El mensaje es que sus comisiones primeras son buenas, pero si actúa el Congreso en pleno es tan malo que es preciso restarle parlamentarios, para sacar a la mayoría de ellos de las decisiones importantes.

Además, como tampoco hay confianza en la docilidad de ese congreso bicameral, convertido en congresito unicameral sin consultarle al pueblo, queda abierta la puerta para que, en cualquier momento, se pueda incorporar a las Farc, convirtiéndolas en legisladoras, sin pasar por ningún proceso democrático.

Todo esto para poner en práctica unos acuerdos convenidos en La Habana, que el país  solo conocerá  cuando le lean la lista de compromisos y le notifiquen: “o la aprueba en su integridad o no habrá paz”.

¿Pero, al menos,  el Congreso podrá reglamentar el desarrollo de los acuerdos? Tampoco. Le están proponiendo que renuncie a su función natural y le otorgue facultades extraordinarias al Presidente de la República.

Y así se completa el mensaje que recibe el país: el Congreso es incapaz de legislar en materias trascendentales, ni siquiera cuando delega esta función en unos pocos de sus miembros. Entonces ¿para qué sirve? ¿Para qué si no legisla?

¿Qué saldrán a decir los candidatos en la próxima campaña?¿Algo así como “vote por mí  para el cargo de legislador que no legisla”?

Sería la coronación de la campaña sistemática que se adelanta desde hace muchos años para desacreditar el Congreso. Un golpe mortal a las instituciones que tanto nos ha costado construir. Y lo más increíble. Quieren que ellas mismas se lo den. Si lo hacen, será difícil encontrar alguien que siga respetándolas.