DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Abril de 2012

La Cumbre salió bien

 

La Cumbre de Cartagena salió muy bien, con varios resultados positivos para Colombia.  La presencia del presidente Obama fue subjetiva y objetivamente importante, nuestra imagen mundial mejoró sustancialmente, sobre todo en el tema de seguridad, los intentos de sabotearla fracasaron, no hubo declaraciones finales que lamentar, los anuncios fueron positivos y no se presentaron enfrentamientos internos que deslucieran el acto.  Tampoco contrajimos compromisos internacionales que nos arrastren a situaciones complicadas con otros países, la ciudad de Cartagena se promocionó ante el mundo entero como un destino excepcional y seguro, verdadero patrimonio de la humanidad.

Además, en pocos días entrará en vigencia el TLC con EE.UU., y los colombianos tendremos visa americana hasta por 10 años.

Por supuesto no hay nada perfecto en esta vida. El Himno Nacional estrenó una nueva palabra. Pero eso no tiene trascendencia, ni para el Himno ni para Shakira. Un tropezón cualquiera da en la vida y salvo unos cuantos apuntes graciosos, el asunto no pasará a mayores.

En cambio la conducta de algunos agentes del Servicio Secreto, que de por sí es grave, va en camino de una inflación mediática que lo está agrandando a pasos agigantados.

La historia exige ponerle un cuidado especial a la protección del Presidente de los Estados Unidos. El asesinato de Lincoln en el Teatro Ford de Washington, los de William McKinley en la exposición de Buffalo, el de James Garfield y el de John F. Kennedy son recuerdos que ponen el tema en primer plano.  Ratifican su importancia atentados como los que costaron la vida  de Robert Kennedy y Martin Luther King, el del gobernador George Wallace y el más reciente contra Ronald Reagan a la salida del Hotel Hilton, en pleno centro de Washington.

El solo repaso de la lista debería ser suficiente para que los encargados de cuidar al Presidente de la nación más poderosa del mundo ni siquiera parpadeen en cumplimiento de su deber. Pero inexplicablemente cometieron unos errores que son peores si tenemos en cuenta sus obligaciones y algo que ahora resulta más visible, el efecto sobre la imagen internacional de su país, que cada día importa más en este mundo mediático globalizado. Por eso vienen las investigaciones del Gobierno norteamericano, la fijación de culpas, las sanciones y los correctivos.

Falta por analizar el daño colateral. Si se explota la voracidad de morbo, la fiesta de los agentes será asunto de nunca acabar. Un lunar pegado a la Cumbre, que puede quedarse allí permanentemente y que, por ahora, crece todos los días. Las sanciones ayudarán a poner en contexto el absurdo comportamiento de unos escoltas, y esperamos que sirvan para colocar el asunto en su contexto preciso.  Se podría demostrar la capacidad institucional de sacar consecuencias positivas para el futuro de un episodio que, hasta ahora, las tiene todas negativas, por lo que significa en sí y por su inflación mediática.

Por lo pronto pasó casi inadvertida la ausencia del presidente Correa. Ni se notó que el de Nicaragua, Daniel Ortega, tampoco vino. Infortunadamente nadie dejó de notar que los agentes de mala conducta sí asistieron.