DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 27 de Abril de 2012

Ni tanto que queme a Santos…

 

Ni tan poco que no lo alumbre. Las dos últimas portadas de la revista Semana, referente periodístico obligado para los sectores que deciden, retratan, en la figura del presidente Juan Manuel Santos, los extremos mediáticos impactantes a los cuales nos acostumbramos y que contribuyen a que el país se maneje a golpes de opinión. La portada de esta semana muestra un Presidente empequeñecido por las encuestas y contrasta con la de ocho días antes, que presentaba el primerísimo primer plano de un gigante internacional. Ni lo uno ni lo otro.

La edición 1563 de la revista, dedicada a la Cumbre de las Américas, catapulta a Santos, con una portada muy parecida a la de Time, donde nos describen al Presidente como el líder internacional de primer nivel capaz de ser la “bisagra entre el norte y el sur del continente americano”. Si bien, como el mismo Presidente lo afirmó al diario El País, de Madrid, al reanudar las relaciones con Venezuela buscó “establecer unos niveles adecuados de relación con un país con el que tenemos 2.200 kilómetros de frontera”, de ahí a creer que Santos, con el ejercicio clásico y prudente de la diplomacia, se convierte automáticamente en el líder continental y hombre de confianza de los presidentes latinoamericanos para que los represente en el norte, hay un abismo.

Basta recordar que los presidentes Hugo Chávez de Venezuela, Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador, Cristina Kirchner de Argentina, y hasta Dilma Rousseff de Brasil no son precisamente ingenuos, ni están dispuestos a entregar funciones o ceder protagonismo.

Una semana después, en la portada de la edición 1564, la revista disminuye tan drásticamente la imagen del presidente Santos, por cuenta del bajonazo en las encuestas, que parece no tener nada que ver con el gigante internacional que nos dibujaron la semana anterior. En menos de ocho días ya afirmaba, con cierta nostalgia y en pasado, que “Santos se proyectaba para los colombianos y ante el mundo como un gran estadista y Colombia como una nueva estrella en América Latina”.

Hay que aterrizar en las realidades de la política: ni es el gigante de la edición 1563 ni el enano de la 1564.

Estas dos portadas tienen el afán de ganar una carrera contra el tiempo, que caracteriza el estilo de comunicaciones del Gobierno. Anunciar no es ejecutar. Se sobredimensionan, con estrategias mediáticas impactantes, los anuncios de buenas políticas, como la ley de víctimas, la solución estructural a los problemas del invierno y ahora el anuncio de las 100.000 viviendas gratis para los más desfavorecidos. Las extremas necesidades sociales hacen que quienes las sufren sean inmediatistas y quieran la solución con la rapidez de la noticia. El Gobierno no hace énfasis en los plazos, ni en cómo se van a implementar y, en cambio, privilegia el anuncio de grandes cantidades de dinero. Se generan sobreexpectativas, y los destinatarios impacientes, que los hay por millones, se convierten en presa fácil de los grupos opositores, cuya existencia no se puede seguir desconociendo.

La oposición no está acabada ni se “ha reducido a una mínima expresión”, como lo afirma la revista. Basta registrar, con sentido preventivo, la multitudinaria marcha pacífica que lideró, entre otros, la exsenadora Piedad Córdoba.

Los hechos no dejan de existir porque cerremos los ojos para no verlos, y el primer paso para que una política tenga éxito es analizarlos en sus justas proporciones.