DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Mayo de 2012

La globalización futbolística

 

Como la atención está concentrada en el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y su próxima entrada en vigencia, las otras manifestaciones de la globalización pasan inadvertidas. Se repiten cotidianamente ante nuestros ojos, pero las miramos sin verlas y sin relacionarlas con las características de aldea global que todos los días se acentúan en el mundo entero. Es el caso del fútbol, por ejemplo.

El deporte fue siempre un aglutinador de masas. Desde la antigua Grecia hipnotizó a los pueblos. Las olimpiadas lograban el milagro de suspender temporalmente las contiendas para ocuparse solo en la competencia deportiva, y las ciudades derribaban sus murallas para recibir a los ganadores, pregonando que no necesitaban fortificaciones si tenían unos héroes de tan notables calidades.

Los Juegos Olímpicos modernos ejercen una fascinación semejante y su cubrimiento noticioso desarrolló una especie de sprint definitivo con la televisión, cuyas transmisiones colocan en primera fila de los eventos a miles de millones de habitantes del planeta.

Lo mismo ocurre ahora con el fútbol. Por lo menos entre nosotros, se europeizó y va camino de globalizarse del todo.

Hasta hace muy poco los aficionados colombianos concentraban sus pasiones en los equipos nacionales. Les guardaban fidelidad ganaran o perdieran. El apego a la camiseta se mantenía inalterable, así sufrieran derrota tras derrota y se instalaran, como si fuera su propia casa, en los últimos lugares de la tabla de posiciones.

De repente llegó el fútbol internacional. La televisión comenzó a transmitir partidos en vivo y en directo, mucho más emocionantes de lo que aparecerían en las reseñas de los diarios. El ambiente ya estaba a punto por las informaciones radiales, y el interés explotó cuando el entusiasmo de nuestros narradores saltó de la radio a la televisión o combinó los dos medios.

Los hinchas colombianos abrazaron rápidamente equipos extranjeros. Se supo del Montepellier cuando se llevó al “Pibe” Valderrama, del Parma que tenía al “Tino” Asprilla y del Valladolid que entrenó Maturana. El Boca Junior se miró casi como propio cuando alineaba a Óscar Córdoba, “Chicho” Serna y al “Patrón” Bermúdez. Y en estos años primero el Oporto y ahora el Atlético de Madrid tienen muchísimos más aficionados pegados al televisor en Colombia que los asistentes al estadio donde Falcao anota uno o varios goles por partido.

El Real Madrid y el Barcelona cuentan ya, aquí, con legiones de fanáticos que compran camisetas, buscan guayos del mismo color que usan Messi o Cristiano Ronaldo, y saben más que Shakira de las intimidades del “Barza”, como le llaman los que se sienten íntimos. A los otros solo les falta viajar a España para celebrar en las Cibeles el campeonato del Real Madrid.

No sabemos cómo reaccionarán los clubes del país ante esta europeización de los aficionados, que va camino de extenderse, en la medida que más futbolistas nacionales se luzcan en el exterior. Es un fenómeno digno de estudio como muestra de la globalización y de las transformaciones que implica pasar a una economía más abierta.