Esta semana llegaron las vacunas a Colombia contra el covid-19 y la esperanza, como era lógico, se apoderó de la mayoría de los colombianos. Llevamos casi un año de pandemia en donde nos hemos sumido en la más grande crisis económica, sicológica y social que nuestra generación haya vivido. Esa sumatoria de desgracias generó que la emoción y la ilusión de una posible solución nos embriagaran de emoción. Pero pareciese que esa emoción generalizada entre los colombianos fuese obligatoria y una patente de corso para censurar a quienes no piensan igual y tienen críticas sobre el manejo que le ha dado el gobierno de Colombia al proceso de adquisición de las vacunas.
Que llegamos tarde a comprarlas es un hecho. Que somos uno de los países de América Latina más atrasados en el proceso de vacunación también y que nos dormimos en las negociaciones es innegable. Por eso, parece absurdo que por cuenta de la emoción de la llegada de un lote marginal de las mismas no se pueda recordar que en cierta medida habido un manejo lento por parte del Gobierno. Está muy bien que nos emocionemos, sin lugar a dudas el hecho más importante de este año, pero eso no significa que se tenga que acallar y censurar a quienes tienen una crítica y ven desde otra óptica lo que la mayoría ver como un éxito. Hacerle seguimiento al trabajo de los dirigentes es un derecho ciudadano que no se puede cercenar.
El Gobierno no nos está haciendo un favor con la compra de las vacunas, el partido de gobierno no es un mesías porque hayan llegado a Colombia las dosis de Pfizer.
La gente no debe olvidar jamás que ese es el trabajo de quiénes están en el poder, para eso se hicieron elegir y para eso trabajan en el sector público. No se trata de demeritar el trabajo que hacen los funcionarios de manera incansable para poder traernos una solución en medio de la crisis, pero no por eso es la narrativa de todos debe ser la que se impone de manera oficial. En una democracia es menester analizar si el trabajo de los gobiernos se ha hecho bien o mal, esa es la función de una ciudadanía activa y libre. ¿O esperan que vivamos en dictadura en donde no hay cabida a la criticar y cuestionamientos frente a los manejos que presentan los gobiernos?
Hay muchas cosas por cuestionar frente al plan de vacunación, y seguramente habrá muchas más. Por eso, ojalá, haya cada vez más personas haciéndole seguimiento al proceso, cuestionando y alertando sobre posibles arbitrariedades. De esto debemos salir todos juntos y eso implica que las cosas se hagan aceptando que hay distintos puntos de vista. Que eso no es ser negativo, aguafiestas ni que se busque que al gobierno de turno le vaya mal. Eso significa ser una ciudadanía activa que quiere lo mejor para el país. No olvidar que la riqueza del debate siempre va a generar mejores y más transparentes resultados, así que por favor no busquen implantar una dictadura de opinión.