Es lo que parece. No son pocas las personas que a la hora de organizar sus tiempos largos de descanso no se preguntan si en el lugar a donde irán existe la posibilidad de participar de la misa dominical. Simplemente arrancan en automóvil, en bus, en avión, en barco y llegado el día domingo acaso se acuerdan del precepto dominical. Si no está cerca la iglesia, pues ni modo porque cómo llegar (aunque las vacaciones sean en Australia). Si el sábado en la noche fue especialmente agitado y con tal cual aguardiente en la cabeza, pues el ánimo no da para ritos religiosos. Si es con niños que pasan 23 horas del día dentro de una piscina, pues ni modo de dañarles el plan no vaya ser que se traumaticen y las consultas sicológicas están impagables. Piscina mata misa. Etc., etc.
Pero esa no es toda la verdad. Y en Colombia se ha vuelto costumbre no contar sino la mitad de la verdad, entonces hay que ser cuidadosos al hablar de cualquier cosa. La verdad completa del tema de Dios, o mejor, la misa en vacaciones, es que son muchísimas las personas que se van de descanso y no tienen ninguna duda sobre sus obligaciones religiosas. Es típica la pregunta de una familia católica seria, el sábado por la tarde: ¿Y mañana, a dónde vamos a ir a misa? Muchos turistas se encuentran con una sorpresa agradable en sus lugares de descanso pues hasta allí acude el sacerdote del lugar para celebrar la eucaristía. Los hemos visto en centros vacacionales, playas, estadios, centros comerciales, aeropuertos, clubes y de este modo facilitar a los fieles el cumplimiento del precepto dominical. O sea, que Dios si está en las vacaciones de muchos al hacerse presente Jesús en la misa dominical.
Pero el tema de la misa en domingos del periodo de vacaciones sirve para reflexionar sobre el tiempo que la sociedad moderna le da al culto religioso. El domingo, día por excelencia del culto cristiano desde el mismo día de la resurrección de Cristo, sufre hoy de una especie de ocupación por mil iniciativas que podrían dar con su transformación total. De hecho, hoy suele hablarse más del fin de semana que del mismo domingo. Este par de días están siendo copados por la necesidad de mercar, de abandonar nuestras caóticas ciudades, de hacer deporte, de obstruir el tráfico vehicular y la libre circulación de las personas con bicicletas, patines, y trotadores. Así las cosas, solo quienes tienen una fe bien arraigada y una práctica cultual muy seria, conservan con rigor sus ritos religiosos dominicales. Pero a quienes no sean muy comprometidos en este campo, el domingo se les puede convertir en otra cosa.
Más allá de la pereza o los inconvenientes para la misa o el culto cristiano en los días domingo de nuestra época, y especialmente en vacaciones, cabe pensar si desde las organizaciones religiosas o las mismas iglesias, no convendría proponer algo especial para los miembros de nuestras congregaciones en los tiempos y lugares de descanso. ¿Qué tal unos días de descanso en un convento al ritmo de la vida religiosa? ¿Cómo sería la experiencia de una semana de vacaciones en oración en algún lugar rodeado de naturaleza? ¿Por qué no sugerir unas vacaciones de voluntariado para ejercitar de este modo el espíritu? Como quiera que sea, digamos que a Dios le encantaría acompañarnos en vacaciones y no le importa si lo llevamos en el baúl, la cartera, el platón o incluso en el celular. ¡Sáquelo a pasear, no sea tan mala gente!