Diplomacia poco diplomática | El Nuevo Siglo
Sábado, 13 de Julio de 2019

LA iracundia y la “mala leche” del presidente Donald Trump siguen causando estragos en los escenarios internacionales. Su última salida de tono, llamando “estúpido” al embajador británico en Washington e “inepta” a la administración inglesa ha prendido todas las alarmas por haber creado una crisis sin antecedentes en la historia de las relaciones diplomáticas entre los dos países, unidos por una lengua común y por vitales intereses compartidos, por más de dos centurias.

Esa diplomacia poco diplomática, que tiene el insulto a flor de piel y lo utiliza para imponer sus puntos de vista, ha hecho su aparición a través de muchos medios de comunicación y por las redes sociales que atizan la discordia. Estas situaciones se repiten con inusitada frecuencia en el trato a países no solo tradicionalmente adversarios sino de reconocidos amigos. Los colombianos no hemos sido la excepción y nuestro mandatario y su gobierno han sido víctimas de las malquerencias del magnate.

Pero también este síndrome ataca nuestras relaciones con Venezuela que amenazan salirse de control. Duque ha sido un mandatario ecuánime y ponderado, pero infortunadamente está dejándose sacar de casillas por las provocaciones e insultos del inmaduro Maduro. Pero lo delicado del asunto es que mientras este último tiene poco que perder, nosotros por el contrario comprometemos muchos activos políticos, culturales y económicos.

Dos mil quinientos kilómetros de frontera común y mucha historia compartida desde que las tropas bolivarianas nos emanciparon de España, habían fortalecido una entrañable amistad, que desde que el chavismo llegó al poder, fue puesta en tela de juicio. Un elemento más de desasosiego lo constituye el hecho de que al interior de nuestros dos países, una cierta intemperancia se está apoderando de algunos dirigentes.

En Colombia, por ejemplo, el Centro Democrático, cauda incondicional del “presidente eterno”, no desperdicia oportunidad para incomodar al mandatario Iván Duque, quien a pesar de ser acólito preferido del señor Uribe, ve muy comprometidas no pocas acciones de gobierno. Teniendo como tienen las mayorías parlamentarias. El señor Uribe, cada vez que puede atiza los desencuentros con el vecino. Duque quiere para su tranquilidad como gobernante, mejorar esas relaciones, pero con su mentor respirándole en la nuca, no va a poder hacerlo.

La última jugada del inmaduro mandatario ha sido comprometer a los militares, especialmente a los dos mil (¿?) generales en la aventura de su espuria reelección. Así las cosas se complican al máximo, porque teniendo el apoyo castrense aleja cualquier posibilidad de golpe de estado y se atornilla en su sillón en Miraflores.

 

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El caso Santrich no parece ser harina de otro costal, muchas de sus principales características tienen que ver con la descoordinación y la incomunicación, solo con forma más acentuada por la larga cadena de equivocaciones que las diversas instituciones colombianas han tenido a lo largo del accidentado proceso. Una concatenación de errores imperdonables ha hecho que el bandido de marras se haya burlado de las cortes, del gobierno y de los jueces.

Conocida por todos los estamentos nacionales y locales la alta peligrosidad de este falso invidente, se le llegó a permitir que incluso en el colmo de la desfachatez se posesionará como “padre de la patria”, llegando a convertirse en la vedette del momento. Por eso no fue raro que a plena luz del día tomara las de Villa Diego y hoy se encuentre debidamente protegido por el chavismo.