Drogas y gaseosas | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Julio de 2022

Uno de los problemas más difíciles en las discusiones sobre problemas complejos en Colombia es el alto grado de incoherencia. Para algunas cosas algunos expertos son muy liberales, pero son incapaces de aplicar el mismo racero para otras. El debate sobre las drogas y las bebidas azucaradas tiene un elemento común: la responsabilidad individual.

Con el surgimiento del Estado moderno y especialmente con el Estado de bienestar los individuos nos hemos olvidado de responder por nuestros propios actos y esperamos que sea el Estado el que termine haciéndolo. Olvidamos que los recursos públicos no son otra cosa que parte del trabajo nuestro y de otros. Es por esto que cuando esperamos que el gobierno nos solucione un problema, en realidad lo que estamos haciendo es permitiendo que le quiten parte del trabajo a alguien más para poder solucionar lo que al parecer no podemos hacer por nosotros mismos.

Esto es precisamente lo que ocurre con el consumo de drogas, quienes lo hacen disfrutan los beneficios inmediatos que les puede producir ingerir algún tipo de sustancia, pero cuando se convierte en un problema esperan que sea otro el que asuma ese tratamiento. Para “evitar” tener que estar constantemente creando tratamientos de adictos, y otras consecuencias del consumo de drogas, el Estado decidió prohibirlas.

Esta medida más allá de consideraciones morales individuales ha sido poco efectiva y nos ha dejado con millones de muertos productos de una guerra imposible de ganar y que solo hace que aumente el consumo y peor aún, que la calidad de la droga que consumen los adictos sea de la peor calidad. En una columna posterior escribiré sobre las drogas.

Ahora, con la excusa de cuidar la “salud pública” que es el Estado (y por Estado me refiero a un burócrata que toma la decisión) diciéndonos que no somos responsables por nosotros mismos y que necesitamos la figura de un “padre protector” que nos cuide y nos salve, nos van a determinar la forma en que debemos alimentarnos. Pero no a modo de sugerencia, como debería hacer y cómo alguien que se preocupa genuinamente por uno lo haría sino mediante el uso de la fuerza a través de la herramienta de fuerza preferida por el Estado: los impuestos.

Pretenden crear un impuesto a las bebidas azucaradas para con eso “quitarle presión” al sistema de salud. Igual que con las drogas, como partimos de la base que el individuo no puede ser responsable por sus actos, necesitamos que el papá Estado nos diga cómo debemos comportarnos y en este caso que alimentos debemos consumir. Con esto no pretendo hacer una defensa de las bebidas azucaradas ojalá consumamos menos, pero siempre de forma voluntaria. Cada individuo debe ser libre para ingerir los alimentos y las sustancias que desee pero, así como es libre también es responsable de las consecuencias que eso trae y no puede poner a pagar a otros por el resultado de sus acciones. Si yo solo tomo gaseosas es muy probable que termine con problemas de azúcar en la sangre y cardiacos, los tratamientos, medicamentos y otros gastos que produce esto no los debe pagar nadie más.

Es hora que el Estado nos deje de tratar como niños y empiece a tratarnos como adultos.