Domingo, 16 de Octubre de 2011
Masa crítica
Los grandes cambios se inician con acciones pequeñas. No es entonces sorprendente que el movimiento de los indignados cada vez alcance mayores dimensiones. Lo que no lograron las avanzadas socialistas en los últimos noventa años, dentro de los regímenes democráticos o fuera de ellos, lo está logrando el capitalismo salvaje: se está devorando a sí mismo. Aunque hay todo tipo de intentos por seguir sosteniendo la economía mundial sin que sus estructuras resulten afectadas, el tema es sólo cuestión de tiempo. Lo que está por caerse, que se caiga.
El mundo demanda nuevas relaciones, fundamentadas en otros tipos de consciencia, incluyentes, respetuosos del otro, de la naturaleza, del orden natural de las cosas. Por eso no es casual ni gratuito que las manifestaciones surgidas en Bruselas y Madrid, tengan ahora correlatos cada vez más fuertes en Nueva York, Tel Aviv, Los Ángeles o Boston. Se unirán más voces, en otras latitudes, como una manifestación externa de un tipo de orden más grande que se está dando en el planeta.
David Bohm, un físico maravilloso discípulo de Einstein, publicó hace algunos años una obra maestra: La totalidad y el orden implicado. La teoría de Bohm se puede resumir en palabras sencillas: somos una totalidad, somos uno solo, en realidad no hay tú ni yo, lo que te pasa a ti, me ocurre también a mí. Tú y yo podemos ser agua, árbol, un hombre de Sudán o una ejecutiva de Wall Street, el magma de la Tierra o el polvo cósmico. Esto no es una aproximación esotérica, que aunque válida, los científicos puedan desdeñar; no, es un desarrollo de física cuántica, de una seriedad y rigor académico a toda prueba.
Esa totalidad tiene un orden subyacente, algo más grande que los órdenes explícitos que podemos crear. Ese orden implicado es de armonía, fluidez, en una palabra, de amor.
Y amor es justamente lo que le ha faltado al capitalismo salvaje. No son amorosas la usura, la acumulación de riqueza a como dé lugar, la falta de solidaridad con el dolor ajeno, la desconexión de la propia naturaleza de la vida. Entonces estamos en mora como humanidad de construir otros órdenes, en concordancia con el orden implicado del amor. No creo, sinceramente, que la mayoría de los manifestantes estén vibrando en esta frecuencia. Creo que también hay que tener una mirada amorosa sobre el capitalismo, un paso en la evolución de la consciencia que ha cometido errores catastróficos, como los que cualquier ser humano puede cometer. Esa mirada amorosa nos puede permitir lograr nuevos órdenes. Lo cierto es que se está generando una masa crítica que reconoce la necesidad de otro orden. Vamos a ver si somos capaces de construirlo.