EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Marzo de 2012

Del autoengaño a la libertad

 

 

Como vivir desde la congruencia no es nada fácil y, por el contrario, es un reto de todos los días, durante toda la vida, a veces nos engañamos a nosotros mismos, creyendo que con ello nos hacemos más fácil la existencia. Y sí, es cierto que echarse carreta, como decimos coloquialmente, nos mantiene anestesiados y por momentos todo pareciese ser más llevadero; pero al final lo único que encontramos es que lo que no resolvemos se incrementa con el paso del tiempo. Y desde esa carreta, por ejemplo, dejamos relaciones abiertas que no han sanado, no hacemos duelos a familiares que ya han muerto o que se han ido lejos, no asumimos las riendas de nuestro propio proceso. “¿Para qué, si eso ya pasó hace muchos años? ¡Yo estoy bien!” Salvo que hayamos hecho un trabajo consciente de sanación, llevamos a cuestas heridas que tarde o temprano afloran nuevamente.

Cuando nos cortamos accidentalmente, con un cuchillo de cocina o un vidrio roto, necesitamos atención urgente en la herida. Si esta es profunda, no basta con colocar una venda plástica. Pero eso es lo que solemos hacer emocionalmente: queremos salir rápido del dolor o que nos coloquen un anestésico, para no sentirlo. Sin embargo, así no se sana la herida. Con el paso del tiempo, si ésta no tuvo la atención requerida, se infecta, genera más dolor y corremos el riesgo de que el tema pase a mayores. Entonces se precisa abrir la herida, lo que duele; desinfectarla, lo cual arde; eventualmente, coserla, lo que también duele; y dejar que cicatrice, con los cuidados pertinentes y el tiempo justo.

Ocurre exactamente lo mismo con los temas emocionales no resueltos. Tarde o temprano brincan, saltan cuando menos lo tenemos pensado, y lo hacen para recordarnos que merecemos sanar, que merecemos tratarnos con amor y aprender de las experiencias vividas. La herida emocional dolorosa del pasado no tratada a tiempo se convierte en el sufrimiento de hoy.

El dolor en la vida es inevitable, es parte del proceso; pero, el sufrimiento sí lo podemos evitar. Por ello es importante no auto-engañarnos, reconocer que tenemos cosas por resolver, conflictos con los cuales lidiar, para poder tener una vida más plena.

Desde el autoengaño apenas sobrevivimos a los retos de la vida, haciendo con lo no resuelto una lucha interna, estéril y más dolorosa. Si soltamos el miedo al dolor y nos decidimos atravesarlo, dejaremos de ser sobrevivientes emocionales para convertirnos en seres humanos plenos, que afrontan los retos de la vida desde el amor y la confianza en el proceso de la vida. Así estaremos libres de las ataduras del pasado, viviendo un presente de más consciencia y libertad.