EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 10 de Marzo de 2013

Libertad interior

 

Emprender el viaje interior no es sencillo ni fácil, tal vez porque es precisamente a lo que estamos llamados como seres humanos.  Cada nuevo aprendizaje nos saca de nuestras zonas cómodas, pues de lo contrario no habría experiencia alguna en la que aprendiésemos algo.  Con cada lección superada somos diferentes, pues nos movimos de donde estábamos a otro lugar del camino: sin movimiento, sin incomodidad y sin retos no se da la ampliación de la consciencia.

¿Para qué ampliar la conciencia? ¿Por qué me puede interesar, si donde estoy aparentemente estoy bien y nada me cuestiona? La respuesta es sencilla, que no simple: para ser libres.  Es la libertad interior la más importante conquista del ser humano, pues en libertad amamos sin sufrimiento, en libertad nos relacionamos sin dependencia, en libertad crecemos en nuestras opciones más genuinas, siéndonos fieles a nosotros mismos y cumpliendo el sentido último de la existencia.

La libertad se va adquiriendo gradualmente, desde dejar de sobrevivir para empezar a vivir, hasta abrazar la inmensidad y la incertidumbre como compañeras de viaje.  A pesar de los desarrollos tecnológicos de la era de la información (e incluso debido a ellos) aún hay millones de personas que están sobreviviendo día a día.  Son como el recién nacido, que requiere de otro para lograr vivir una jornada más: otro que los alimente, los cuide, les dé calor, los proteja.  La tarea del recién nacido consiste básicamente en alimentarse, no sólo física sino emocional y espiritualmente.  Pero el recién nacido no es capaz de proveerse su alimento por sí mismo. 

Hordas humanas están en ese mismo nivel de conciencia el que Ken Wilber llamó arcaico-instintivo.  Las vemos en casi todas las latitudes, pues hay países en que el hambre ya está superada.  Son las grandes masas de personas en condiciones de miseria y pobreza las que venden su libertad a cambio de un pan diario o una teja en las elecciones.  El caudillo de turno sabe que así funcionan, y se aprovecha de ello para ampliar su poder.  Sería injusto pedirles más a las masas, simplemente porque su nivel de conciencia sólo da para sobrevivir.  Una vez calman el hambre, pasan a otro nivel, el mágico-mítico, que se da cuando un estado benefactor todo lo suple, mágicamente.  Luego a otro nivel, dioses de poder, cuando el estado benefactor se encarna en un líder, el dueño del territorio, a fuerza y carisma.  

Siguen otros niveles de conciencia, en los que se adquiere el propio poder, paulatinamente, pero con costos que no siempre estamos dispuestos a pagar, por comodidad. Niveles en los que la política se podría sanear, para construir verdaderas libertades interiores.  Falta mucho para ello, y sigue siendo posible.