Eduardo Vargas Montenegro, PhD | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Mayo de 2016

ESENCIA

Agradecer en duelo

 

DADO que nada es permanente, tarde o temprano estaremos en una situación de duelo.  De hecho, la impermanencia es una condición fundamental de la existencia, pues gracias a ella podemos evolucionar de un estado a otro.  De la misma manera que no tendría ningún sentido perpetuar el tercero de primaria, tampoco lo tiene pretender que las relaciones, los proyectos, el trabajo o las vacaciones sean para siempre.  Todos ellos llegan a su fin, a veces en formas intempestivas; de un momento a otro la vida cambia. En este instante a alguien le están dando un diagnóstico de cáncer, otra persona está falleciendo en un accidente, alguna otra está terminando sus estudios en un lugar remoto y prepara viaje de regreso, alguien más está quebrando.  Nadie quiere que estas cosas ocurran, pero como la vida no se basa en deseos sino en hechos vitales, ocurren para aprender.  Cada una de estas situaciones dolorosas, y muchas otras que cada quien ha vivido, requiere una reflexión posterior, una recuperación para que la vida alcance nuevos órdenes luego del caos sucedido.

 

Sabemos que los duelos tienen etapas, ampliamente estudiadas y validadas: negación, ira, negociación, dolor emocional y, finalmente, aceptación.  Difíciles, a veces impensables.  Cuando llegan las pérdidas se genera un golpe emocional, cognitivo e incluso físico del cual es arduo recomponerse, sobre todo porque hemos aprendido culturalmente que el caos es malo y religiosamente, que no es justo.  Juzgamos al caos como “malo” y al orden como “bueno”, sin comprender aún que los dos tienen sentidos vitales distintos y muchas veces complementarios.  Entonces si alguien es una persona moralmente buena no es justo que haga un cáncer o una enfermedad autoinmune.  No es justo que fallezca un familiar cercano, bien sea un padre o un hijo.  No es justo que pierda su trabajo o quiebre.  Lo cierto es que ello ocurre, y entre más atrapados en los prejuicios culturales sobre el caos tengamos, más difícil será llegar a la aceptación y construir nuevos órdenes.

 

Sí, por el contrario, estamos con una actitud abierta ante lo que ocurra en la incertidumbre de la existencia, más fácilmente nos repondremos ante los golpes, mayor capacidad de reacción tendremos ante las tormentas que acontezcan.  Si avanzamos en la comprensión sobre la importancia del caos, nuestra actitud hacia él puede ir moviéndose hacia la gratitud. ¿Agradecer el caos que estoy viviendo? Sí. Gracias, con todas sus letras.  Gracias pues nos permite reconocer, si queremos, otras formas de vivir.  Gracias porque podemos constatar nuestro propio poder, ese que viene de adentro y que las cuentas bancarias gigantes no pueden comprar.  Gracias porque si por un lado se cierra un ciclo, por otro se abre uno nuevo, que podrá ser provechoso para seguir teniendo aprendizajes vitales claves, esos que trascenderán el umbral de la muerte.  Podemos empezar a agradecer por todo lo que nos ocurre. Todo, sin restricciones.  Perdí dinero, gracias; hice una enfermedad, gracias; no salió como quise, gracias.  Ello nos permitirá crear, prontamente, nuevos órdenes.

@edoxvargas