EDUARDO VARGAS MONTENEGRO, PhD | El Nuevo Siglo
Domingo, 10 de Agosto de 2014

La importancia del silencio

 

Una  cosa es el sonido y otra muy distinta el ruido: éste hace referencia a un sonido desarticulado, inarmónico, estridente y desagradable, como también a una interferencia en la comunicación. Estamos tan acostumbrados al ruido que las cosas más ensordecedoras nos parecen ya parte del paisaje. No digo aquí que no sea divertido escuchar música a alto volumen en una fiesta o cantar y gritar a todo pulmón en un concierto, por ejemplo; el complique viene cuando los sonidos y las voces ajenas se transforman en ruido permanente y no dejan espacio para el silencio. El problema es que escuchamos mucho lo de afuera y nos damos muy pocos espacios -muchas veces ninguno- para escucharnos a nosotros mismos, para lo cual el silencio resulta fundamental. 

Los espacios de silencio nos suelen causar algo de temor, pues podemos creer que en ellos algo “malo” sucede. Cuando estamos escuchando la radio y se interrumpe la señal nos molestamos, el silencio nos resulta no solo incómodo sino perturbador. Cuando estamos en pareja y llega el silencio, tarde o temprano, se nos pasan por la cabeza montones de cosas, generalmente fantasías catastróficas: ¿hice algo mal? ¿Qué le habrá molestado? ¿Se puso de mal genio?... En el aula de clase, cuando el mediador pedagógico (lo prefiero a profesor) pide silencio, es como si cayese una bomba que atenta contra la libre expresión del bullicio.  Las asociaciones que hacemos al silencio no suelen ser las mejores. Sí, el silencio no es muy popular, ¡ah!, pero cómo es de necesario.

Es en el silencio interior, en contacto solo con los sonidos armónicos de nuestro cuerpo (¡que pueden escucharse!), cuando nos encontramos con la sabiduría, esa que está repartida para todo el mundo pero que pocos se atreven a descubrir en sí mismos. Es en ese silencio cuando llegan las respuestas más acertadas a las encrucijadas que a diario enfrentamos. Es en sigilo cuando podemos reconocer que todo lo que ocurre tiene un sentido, así no nos guste lo que pasa. Silencio no es solo dejar de pronunciar una palabra, sino sobre todo apaciguar la mente, ganarle algunos espacios a ese discurso en el que los sentipensamientos se atropellan, para hacer contacto con lo que está más adentro.

El silencio es a la vez un derecho que cada persona tiene y una necesidad existencial. Cuando lo practicamos expandimos la consciencia, podemos estar plenamente presentes en lo que vivimos y somos capaces de aprender de cada situación. En la medida en que tengamos más espacios de silencio en nuestra vida fluiremos mejor. ¿Fácil? Para nada; es un reto permanente, en el que se cuelan todos los ruidos posibles. Si los soltamos, viviremos mejor.

@edoxvargas