Eduardo Vargas Montenegro, PhD | El Nuevo Siglo
Sábado, 17 de Enero de 2015

Libertad interior

 

Ha corrido mucha tinta sobre el atentado contra Charlie Hebdo, y nos falta reflexionar desde adentro, pues por lo general el interior se desdeña en este mundo obsesionado con el afuera. En el afán que tenemos los seres humanos de juzgar todo lo que existe es relativamente fácil entrar a calificar lo sucedido en París, así como a quienes estuvieron comprometidos en los hechos. Claro, cada quien juzga desde su propia subjetividad; no podría ser diferente.

Que son unos bárbaros, que los civilizados somos nosotros y no ellos. Que fueron libertarios, aunque se burlaran indolentemente de las creencias ajenas, con actitud colonialista. Que lo que nosotros creemos es mejor que lo que ellos creen. Que fueron unos héroes (los unos y los otros)… ¿No será que cada ser humano también conserva algo de esa barbarie que juzga? ¿Acaso no irrespetamos al otro con nuestras burlas y sarcasmos? ¿No será que también somos racistas, sexistas, regionalistas, xenófobos, homófobos en nuestros entornos? ¿No será más sano ser nuestros propios héroes, en vez de comprar los artificiales creados afuera?

Lo de Francia, la punta del iceberg, no pasa allá como algo extraordinario; ocurre en nuestras cotidianidades. El dolor de la desconexión interior lo llevamos a cuestas y no pocas veces lo extremamos al sufrimiento, propio y ajeno. No hemos reparado en algo clave: creo que el derecho más fundamental (valga el pleonasmo) es al desarrollo de la consciencia. Por y para eso encarnamos, a eso vinimos; la consciencia se envuelve en carne cuando se funden óvulo y espermatozoide. El resto es subsidiario.

En ese desarrollo de la consciencia atravesamos diferentes estadios y volvemos recurrentemente a ellos de vez en cuando. De nada sirve ser genio en caso de hambruna: todos, con o sin títulos, activaríamos el estadio del instinto y pelearíamos por comida y agua. Removeríamos la barbarie que llevamos dentro, que aunque ya pasamos sigue latente. De alguna forma también todos tenemos algo de fundamentalismo. ¿Acaso no somos muchas veces resistentes al cambio? ¿No nos oponemos férreamente a que nos saquen de nuestras zonas de confort, de lo que creemos es “la verdad” cuando solo es nuestra y está construida desde  estadios de religión o razón?

Aún ridiculizamos al que es y piensa distinto, pues al estar más afuera que adentro su diferencia nos molesta, cuando podemos no engancharnos y soltar. No es ser indiferentes, es simplemente respetar al otro en su aprendizaje y sus condiciones. Incluso si creemos estar por encima del bien y del mal, los estadios de instinto, magia, poder desmedido, orden religioso, razones estructuradas y pensamientos libertarios tipo “todo vale” nos pueden apresar. Ante ello, podemos aprender que la libertad más importante se construye adentro.

@edoxvargas