En primera entrega sobre este tema trascendental expresé por qué nos dedicamos a él, en una segunda inicié enumeración de aspectos que ponen de relieve su importancia y documentos que invitan a darle máxima trascendencia doctrinal y práctica. Pienso, hoy, de gran interés, completar este último aspecto como motivación para que los gobiernos no dejen como frase suelta sino como compromiso de verdad: la “educación agenda prioritaria”. Que todos los estamentos, comenzando por la Iglesia Católica, no se queden en ofrecimiento circunstancial, sino con aportes concretos a lograr el sueño de un país mejor, más culto, más digno, dando cabida a una bien delineada educación.
Entre las múltiples fuentes que se han de estudiar para dar base a una educación de verdad, he citado uno de los trascendentales que nos ha dado la Iglesia desde ese faro de luz que es el Concilio Vaticano II: el “Gravissimum Educationes Momentum”. A él se pueden agregar múltiples referencias a este tema. Allí está el Decreto “Ad Gentes”, que la señala “como servicio extraordinariamente valioso a los hombres” (n.12), y en la Constitución “Gaudium et Spes” al señalar a los educadores la obligación de “formar las mentes de todos en sentimientos pacíficos”, (n. 82). Además, en el Decreto “Optatam Totius”, sobre la educación sacerdotal, señala como trascendental la tarea de la educación inspirada en el cristianismo, dedicada a encauzar las humanas existencias según el llamado de Dios, con aprovechamiento de las dotes que les ha dado, y a servir generosamente con ellas a la familia humana (n. 2).
En el Código de Derecho Canónico es colocada, reiteradamente, la educación como elemento primordial de la comunidad cristiana. Allí se presenta como fundamental la familia iniciada en el Sacramento del Matrimonio, en el cual, como uno de sus fines “está la generación y educación de los hijos” (C. 1055), y, entre las obligaciones básicas de los padres de familia, esa educación, con el derecho de que se les dé en la forma mejor y según la fe cristiana (C. 793). A su vez el “Catecismo de la Iglesia Católica” contiene varias enseñanzas sobre la educación, comenzando por la anotación sobre la naturaleza humana herida por el pecado que requiere ser levantada por una recta educación (n.407), y en esa tarea el papel básico de la familia en la cual han de guiar los padres a sus hijos por sendas de bien, o sea dándoles la debida educación (n.1656).
Otro arsenal de importantes documentos que destacan la gran trascendencia de la educación, y la necesidad de darle efectiva prioridad en los gobiernos y en las entidades de diverso orden al servicio de la comunidad, están otras del ámbito eclesial, que se enriquecen con las de otras latitudes. Allí están enseñanzas de Padres de la Iglesia, Concilios y Documentos Pontificios, tan variados y ricos en guías educativas para la humanidad. En nuestro Continente Latinoamericano tenemos amplísimas enseñanzas y llamados como aplicación en los Documentos de las ya cinco Conferencias Generales del Episcopado. (Rio, Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida), en los que el tema de la educación tiene amplio y exigente llamado. De este importante aporte hablaremos en próxima entrega. (Continuará)