La capital es una ciudad que está a punto de quedar incomunicada con el resto del país y totalmente colapsada en su interior.
Es un caos constante, fruto de 60 años de atraso en infraestructura vial y una incomprensible falta de visión y planificación por parte de quienes han gobernado la ciudad, el departamento y el país.
A esa inacción que han mantenido y cosechado por años nuestros dirigentes, debemos sumarle todo tipo de nuevas problemáticas que se han generado y que, por supuesto, empeoran la situación. Como, por ejemplo, el inevitable y predecible crecimiento poblacional de Bogotá y de los municipios aledaños asimismo como el del parque automotor e industrial de la región.
En días ordinarios, la situación ya es insostenible, y empeora radicalmente en fechas festivas como sucedió recientemente en Semana Santa, en donde las entradas y salidas de la ciudad, junto con las vías de conexión regional, colapsaron casi que por completo.
La solución no es culpar a los usuarios del vehículo particular, como acostumbra a hacerlo Claudia López y su séquito, sino entender que las anticuadas y maltrechas vías, con sus característicos embudos, se quedaron pequeñas para la totalidad del tráfico que las utilizan y que existe un déficit latente de un transporte masivo de verdad.
Analicemos unas cifras que ayudan a poner en perspectiva las dimensiones del problema:
Hoy en día residen un millón cuatrocientas mil personas en los 16 municipios cercanos a la capital, muchos de ellos entran y salen todos los días a la ciudad por trabajo o necesidad, y otro poco de gente que aún reside en Bogotá ha encontrado trabajo en zonas de desarrollo económico como Funza, Mosquera, Facatativá y Soacha, entre otras. Por ello, no sorprende que se realicen más de 700 mil viajes diarios de ida y regreso.
Por otro lado, el parque automotor de Bogotá llega a 2 millones de vehículos, un crecimiento del 21% desde 2013. Cifra que tampoco debe sorprender, bastante predecible y más en una ciudad y departamento que decidió abandonar su transporte masivo y ha sido incapaz de interconectarlo adecuadamente con la región.
A lo anterior, sumémosle el hecho de que la supuesta solución regional es un insuficiente tren de cercanías (Regiotram) y no un tren robusto que logre verdadera eficiencia, como en el grueso de ciudades civilizadas que movilizan usuarios que residen en sus suburbios o ciudades aledañas.
En definitiva, claro que es complejo solucionar la movilidad de Bogotá y la región de un día para otro, inclusive, de un cuatrienio a otro, pero mientras tanto hay cosas más eficientes que se pueden hacer en vez de los pico y placa y los discursos vacíos o sentarse a esperar las eternas obras.
Por ejemplo, hagamos un esfuerzo en eliminar los cruces y semáforos en las vías arterias, viaductos o deprimidos. ¡Lo que sea! con tal de que el tráfico fluya mientras llegan las necesarias ampliaciones viales y un transporte masivo medianamente ideal.